En vez de limitar el acceso de sus hijos a la televisión, algunos padres optan simplemente por no tener televisor en casa. Preocupados por los efectos de la pequeña pantalla en los niños, prefieren que estos se dediquen a otras actividades, principalmente las manuales. El periodista Nicolas Basse, del suplemento “Madame” del diario francés Le Figaro (6-05-2015), reúne algunos testimonios de familias sin tele y pide opinión a una especialista.

Cuando a Anne, de 36 años, le pregunta Basse por qué no tiene televisión, explica que “si la gran mayoría tiene una tele y deja a sus hijos mirarla, no siginifica necesariamente tengan forzosamente razón y nosotros seamos malos padres. Es una elección de vida para nosotros y para nuestros hijos”.

Los padres que han decidido no tener televisor –el 2% de los hogares franceses– asumen perfectamente su decisión. “Estimo que es una suerte para nuestros hijos crecer sin tele. Además, se portan muy bien. Los pequeños son muy aficionados a la pantalla, por lo que ‘educarles’ o ‘limitarles’ en su consumo de programas parece un combate perdido de antemano”.

Paul, un padre de 40 años, aduce otros motivos. La tele, dice, retarda el desarrollo y reduce la concentración en los niños de menos de tres años. Es también muy malo para la vista, y favorece la obesidad. “Y estoy seguro de que se descubrirán otros problemas indeseables. Prefiero que mis hijos pasen de ello”.

Anne cuenta que si su hijo le pregunta por qué sus amigos tienen tele y él no, “le respondo que será más fuerte y crecerá más deprisa jugando, leyendo y practicando actividades manuales. Él lo comprende y lo acepta muy bien”. Los fines de semana le dejan ver los dibujos animados en el ordenador, pero es “algo elegido, no sufrido, y bien lejos de las dos horas diarias que pasan la mayoría de los niños delante de la tele”.

Compartir tiempo y actividades

No tener televisor es una decisión que compromete a toda la familia, como explica Camila, de 44 años. “Obliga a los padres a dedicar más tiempo a sus hijos y a compartir más actividades con ellos. Se pasan muy buenos momentos juntos. Mirar la TV es una acción pasiva. Incluso rodeado, cada uno está solo delante de una pantalla. La televisión tiene un enorme poder separador”.

¿Única sombra en el cuadro? La mirada de los demás. “No comprenden. Lo ven como una ‘tortura’ infligida a nuestros hijos, ¿pero desde cuándo la tele es la medida para los jóvenes? Hay una especie de presión exterior que me enerva —dice Anne—: cuando otros padres empiezan a hablarme de televisión, les explico que incluso los grandes empresarios de la alta tecnología y de las escuelas de Silicon Valley prohíben la televisión a sus hijos. Y eso tiene su pequeño efecto”.

Educar, más que prohibir

Los niños franceses pasan de media 2,12 horas al día ante el televisor. Parece demasiado, pero ¿hay que prohibir la televisión a los hijos o cabe un término medio? Responde la psiquiatra infantil Patrice Huerre, del Consejo Superior Audiovisual de Francia.

“Los hogares en los que no hay tele –dice– son cada vez más raros, así como los padres que prohíben a sus hijos ver televisión. Además, la tele no es solo la pantalla. Hay diferentes medios de acceder a los programas: el ordenador, la tableta, o simplemente yendo a casa de sus amigos. No se puede impedir que un niño, de una manera u otra, vea la televisión. Prohibir es tan excesivo como autorizarlo de manera ilimitada”.

Es verdad que sin televisión hay más convivencia familiar, pero “tener una tele no significa que esté encendida de la mañana a la noche”. Y la “caja tonta” no siempre atonta, añade Huerre. “Los programas, si son educativos, lúdicos e informativos, permiten al niño descubrir nuevas cosas y forjarse una imaginación y un conocimiento personales. Por otra parte, tener acceso a la TV no impide a los chicos tener otro centro de interés, como los libros, los juegos con los amigos o el deporte”.

En suma, el papel de los padres –dice Huerre– es educar, más que prohibir: limitar el acceso a las pantallas, enseñar a sus hijos cómo ver la televisión. “Hay comportamientos que adoptar frente a las imágenes chocantes, y costumbres que asumir para que la TV no predomine sobre las demás actividades. Un niño que no tiene TV y que no ha sido educado por sus padres para utilizarla, no estará preparado para un buen uso de las pantallas cuando crezca y tenga acceso. Dominar la TV es un verdadero objetivo, pues se trata de un instrumento importante”.

Entonces, ¿la televisión puede ser benéfica para uni niño?, pregunta el periodista. “Si su uso es limitado y bien explicado, sí. Gracias a los diferentes tipos de acceso y a la multiplicación de los programas, la calidad de las emisiones aumenta y su consumo es mucho más fino y selectivo, y sobre todo menos pasivo. Para ver los dibujos animados, la serie o la emisión pedagógica que le guste, no tendrá necesidad de ‘sufrir’ otros programas que le dejan indiferente; puede ‘zapear’, ir a los sitios donde puede volver a ver sus programas: ahí es donde intervienen los padres. Deben ayudarlo a forjarse un espíritu crítico, a comprender lo que le gusta, y a conocer cómo acceder al programa que desea. Si no, tiene el riesgo de padecer bulimia de imágenes y de no saber dónde detenerse. La TV sigue siendo un instrumento para utilizar de manera inteligente y limitada”.

Fuente: Aceprensa