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Cine: El mayor regalo

 

 

Víctimas y verdugos

El mayor regalo es el perdón. El cineasta Juan Manuel Cotelo [5] (La última cima [8]) regresa a las pantallas tras su última película Footprints [9] para transmitir a los espectadores una idea que él tiene muy clara: el amor en el mundo es posible. Sean cuales sean los males cometidos por los hombres siempre se puede perdonar, el amor supera cualquier obstáculo. Cuando el dolor y la injusticia golpean, el odio puede convertirse en una gran obsesión, pero el odio es un sentimiento terrible que te hace esclavo y es incompatible con la felicidad. Sin embargo, la solución –muestra Cotelo en este film– es posible, el odio se puede superar. Para ello hay que pedir perdón y hay que aceptar el perdón, hay que perdonar a los demás y perdonarse a sí mismo. Ése es el camino hacia la felicidad.

El mayor regalo es esencialmente una película documental que consta de varias historias reales de personas que han perdonado a sus víctimas, y también de criminales que han sabido pedir perdón. Son historias muy humanas, trágicas, terribles la mayoría, que Cotelo narra gracias a las entrevistas que ha realizado a sus protagonistas, que abren su corazón en pantalla. Son personas de todas las partes del globo –Francia, España, Irlanda, México, Colombia, Ruanda–, la mayoría desconocidas, otras más mediáticas, como la española Irene Villa (víctima de ETA) o Shane O’Doherty (ex miembro del IRA). Oír sus testimonios de primera mano te hace creer de nuevo en el ser humano. De entre ellas resultan especialmente impactantes, por su grado de horror y destrucción, las que provienen de Colombia o de Ruanda, en donde las guerrillas y el genocidio se cobraron centenares de miles de víctimas y en donde podemos ver a personas que abrazan a los asesinos de sus familias, con momentos verdaderamente emocionantes, difíciles de creer. Se entiende que la visión trascedente de la vida y la fe en Dios sean aspectos esenciales en la vida de los protagonistas. Es Dios quien da esa gracia.

Cotelo rueda con sentido del ritmo y magnífica planificación. Y fiel a su estilo original, directo y desenfadado, introduce el elenco de entrevistas por medio de una historieta de ficción llena de humor, que también le sirve como bisagra para ir dando paso a cada protagonista real. Aunque el esquema puede hacerse algo reiterativo, tiene gracia la invención de la película del Oeste, en donde paradójicamente es el director –el propio Cotelo– el que va a intentar que los dos pistoleros no se maten a tiros debido al odio ancestral que pesa sobre sus familias. El humor que se deriva de esta farsa sirve al espectador para respirar un poco entre cada uno de los emotivos y ejemplares testimonios que conforman la película.