Ficha: 130 min. | Drama Público apropiado: Jóvenes Año: 2017 País: EE.UU. Dirección: Yoji Yamada Intérpretes: Sayuri Yoshinaga, Kazunari Ninomiya, Haru Kuroki, Tadanobu Asano, Isao Hashizume, Yuriko Hiro’oka, Christopher McCombs, Miyu Honda Yoji Yamada entrega otra película inspirada en el cine de Yasujiro Ozu, expresamente citado en la película, tras versionar doblemente Cuentos de Tokio en Una familia de Tokio en clave dramática, y en tono de comedia en Maravillosa familia de Tokio. Mantiene el tono humanista, la narración clásica, con muchos interiores y la cámara baja con los personajes sentados en el suelo. E incluye un personaje sobrenatural, muy en la tradición de la narrativa nipona. Cuenta con la ayuda en el guión de su colaborador en esos filmes Emiko Hiramatsu. Arranca la narración en Nagasaki, durante la Segunda Guerra Mundial, con la fotografía en blanco y negro. El joven Koji, estudiante de medicina, no sospecha que ese 9 de agosto, mientras asiste a una clase, va a ser una de las víctimas de la bomba atómica que arroja un bombardero americano, para desconsuelo de su madre viuda Nobuko y de su prometida Machiko. Pasados tres años a la espera de algo parecido a un milagro –nada físico pudo probarles la muerte de Koji–, parece el momento de pasar página. Pero el fantasma de Koji visita a Nobuko para preguntar por su amada, en una especie de situación imposible donde lo razonable sería agradecer a Machiko sus atenciones con la que debía ser su suegra, e invitarle a buscar un hombre que le quiera y con el que pueda formar una familia. El film, de una delicadeza sublime, pinta bien el cuadro de relaciones humanas, la madre viuda con el hijo, la prometida con su potencial suegra, el vendedor de extraperlo con la madre, con el telón de fondo de esa bomba terrible y sus consecuencias en las personas concretas. Con naturalidad se muestra la fe cristiana de los personajes, que da pie a momentos preciosos como el de la escena final, el funeral que se eleva hasta un multitudinario coro celestial. Se integra maravillosamente la partitura musical de Ryuichi Sakamoto. Firma: José María Aresté