Ficha:

Director: Brad Peyton

Intérpretes: Dwayne Johnson, Alexandra Daddario, Paul Giamatti, Ioan Gruffudd

Duración: 114 min.

Público: Jóvenes (V)

 

Justo cuando el sismólogo Lawrence descubre un sistema para predecir seísmos, la falla de San Andrés acaba cediendo ante las temibles fuerzas telúricas y desencadena un terremoto de magnitud 9,5 en toda California. Ante tal catástrofe y alentados por el doloroso recuerdo de una hija que murió ahogada cuando era adolescente, el piloto de helicóptero de búsqueda y rescate Ray, y su ex mujer Emma, viajan juntos desde Los Ángeles hasta San Francisco para salvar a la única hija que les queda, Blake. Pero su tortuoso viaje hacia el norte solo es el comienzo del hundimiento de todo lo que creían firme en sus vidas.

Unos efectos visuales y sonoros de primera división, al servicio de un reparto de segunda y de un guion de tercera. Así se podría resumir esta clásica película realista de catástrofes, que da continuidad al subgénero que une El coloso en llamas con Lo imposible, pasando por Twister, El día de mañana o 2012. El canadiense Brad Peyton (Como perros y gatos: La venganza de Kitty Galore, Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa) recrea con una planificación vigorosa los aparatosos temblores, incendios, derrumbes, hundimientos, tsunamis, rescates…, bien apoyado por la épica banda sonora de Andrew Lockington y sin cargar la mano en detalles sanguinolentos o morbosos, que hubieran alejado el filme del público juvenil al que va destinado.

Sin embargo, esos impactantes fuegos de artificio transmiten escasas emociones reales por culpa del flojo libreto del famoso guionista televisivo Carlton Cuse —el de las series Perdidos y Bates Motel—, muy previsible en sus situaciones, inverosímil en las resoluciones de estas —también en las melodramáticas—, pobre en sus diálogos, carente de humor oxigenante, patriotero en su exaltación de los héroes de la historia y, sobre todo, muy esquemático en su definición de personajes. Así que poco puede hacer el reparto por levantar esa losa, sobre todo teniendo en cuenta las propias limitaciones de cada uno de sus componentes.

Con San Andrés, seguramente el gran público se entretendrá pasando un mal rato —de eso se trata en este tipo de películas—, y comentará con entusiasmo los alucinantes efectos digitales estereoscópicos. Incluso, se conmoverá hasta las lágrimas en varias secuencias dramáticas llevadas más allá de los límites de lo veraz y lo sutil. Pero dudo que se acuerde de ella dentro de unos meses, ni que la elija entre las grandes películas del género de catástrofes en una hipotética votación sobre el tema.

 

Firma: Jerónimo José Martín.