Ficha: 134 min. | Drama Público apropiado: Jóvenes Año: 2015 País: Francia Dirección: Robert Guédiguian Intérpretes: Simon Abkarian, Ariane Ascaride, Grégoire Leprince-Ringuet, Syrus Shahidi, Razane Jammal, Robinson Stévenin, Serge Avedikian, Hrayr Kalemkerian Marsella. Aunque han pasado cuarenta años, en la familia Alexandrian –matrimonio, abuela y dos hijos– se siente muy viva la tragedia sufrida por sus compatriotas en la Primera Guerra Mundial, en donde más millón y medio de armenios fueron asesinados por los turcos. En un ambiente sofocante de luchas y reivindicaciones, el hijo mayor, Aram, decide unirse a la milicia armada para atentar contra las autoridades turcas. Pero en su primer acto terrorista resultará herido gravemente un joven francés inocente. Una de las películas más personales del francés Robert Guédiguian (1953), director de reputado prestigio, indudablemente minoritario, que con los años ha ido puliendo su cine hasta entregar notables trabajos, como Las nieves del Kilimanjaro o la reciente El cumpleaños de Ariane. Como los personajes de Una historia de locos, Guédiguian nació en Marsella de ascendentes armenios, de modo que una parte de la historia le toca muy hondo, casi como si fuera el protagonista, mientras que para completar el guión se ha servido de la autobiografía del periodista español José Antonio Gurriarán, quien sufrió severas heridas en 1980 debido a un atentado. La película es tan honrada como suele ser el cine del director francés, que quiere ofrecer una visión amplia, nada reduccionista de los problemas sociales, teniendo en cuenta los puntos de vista de las partes y las razones que las legitiman. El difícil equilibrio se presenta al aportar sus ideas el propio cineasta, pues Guédiguian tiene mucho de rousseauniano, su confianza en el ser humano es grande, y visto lo visto no mengua con el dolor y los conflictos, lo cual prueba su autenticidad. Pero a la vez esa bondad humana, tan presente en este film como lo estaba en Las nieves del Kilimanjaro, tan maravillosa y deseable, puede quizá confundirse con una mirada demasiado utópica del mundo, poco creíble, y algo de eso ocurre aquí especialmente con el personaje de Gilles, aunque también pueda deberse a que la interpretación del actor Grégoire Leprince-Ringuet no logra golpear con la fuerza requerida al espectador. Véase la escena clave del encuentro en Beirut. Una historia de locos viene a engrosar la cada vez más numerosa serie de películas que hablan del holocausto armenio de la Primera Guerra Mundial, tales como Ararat o El padre. Con sabiduría Guédiguian imparte en mínimas dosis una lección de historia para que comprendamos el calibre de la tragedia y de la injusticia vivida por el pueblo armenio. En este sentido es fascinante la larga secuencia del prólogo de 1921, servida con un maravilloso blanco y negro que recuerda al de la reciente Frantz. E inmediatamente la canción de la abuela supone un perfecto nexo de unión entre generaciones, un dolor hondo que no cesa y que dará lugar a los acontecimientos de los años 70. A la vez Guédiguian –su apuesta por la paz es clara– traza muy bien los diferentes caracteres de los personajes y los conflictos internos que han de superar: el padre prudente, la madre osada, el hijo de firmes convicciones, la abuela, etc. A ello hay que sumar una estupenda labor actoral, encabezada por el magistral trabajo de Ariane Ascaride, estrecha colaboradora de Guédiguian en casi todas sus películas. Firma: Pablo de Santiago