La historia de la amazona australiana Michelle Payne y su hito de ser la primera mujer en ganar del Copa de Melbourne se narran con sencillez, alguna falta de ritmo, pero con un resultado entretenido y positivo.
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La vida de Michelle Payne entra dentro de los curiosos hitos deportivos donde se acumulan muchos retos. Entre ellos, el de la participación femenina en deportes reservados mayoritariamente para hombres. En 2015, la Copa de Melbourne llevaba 155 años de historia, durante la cual solo tres mujeres habían participado en ella; la cuarta fue la misma Payne.

En este caso, Ride like a girl recoge cómo Michelle, además del abrirse paso en un mundo masculino, superó una infancia marcada por la pérdida de su madre y de una hermana. A esto se añadió el severo accidente que padeció, en 2004, al caer del caballo en una carrera, que la dejó con un traumatismo craneal, lesiones en el cerebro y una intensa rehabilitación.

Con esa suma de hechos, el film traspasa, en positivo, la barrera de la reclamación de igualdad. De este modo, Andrew Knight (Hasta el último hombre, El maestro del agua) y Elise McCredie apuestan por un relato sobre arrojo, coraje y fuerza de voluntad, ¿en choque con prejuicios?, sí, pero sin dejar que estos lideren la trama. De hecho, las riendas de la narración las llevan la audacia y las agallas de la protagonista , lo que permite una defensa más auténtica de la necesaria igualdad y de la estupidez de dichos prejuicios.

Por otra parte, es verdad que la fluctuación del guion en los saltos de tiempo (para hacer avanzar la cronología de Michelle Payne) provoca una pérdida de ritmo en la parte inicial. Esos saltos impiden una implicación más fuerte del espectador que, en realidad, acaba llegando, especialmente tras el mencionado accidente y su tozudez por recuperarse.

Rachel Griffiths, en su primer largometraje como directora, aprovecha con desigual resultado la combinación de chroma y travellings sobre el terreno físico. Sin embargo, lo épico del argumento, el valor humano y el buen trabajo de Teresa Palmer y del propio hermano de la amazona, Stevie, que se interpreta a sí mismo, la convierten en una apuesta positiva y entretenida.