Filadelfia. Adonis Creed continúa su carrera triunfal en el ring, venciendo a Danny ‘Stuntman’ Wheeler, lo que le convierte en el Campeón Mundial de los Pesos Pesados. Está a punto de pedir en matrimonio a su novia, Bianca, que quiere que ambos comiencen una nueva vida en Los Ángeles para progresar en su carrera como cantante, lo que implicaría alejarse de Rocky Balboa, mentor de Adonis. Inesperadamente entra en escena Viktor Drago, hijo de Ivan Drago, el púgil que mató a su padre más de tres décadas atrás, que le desafía a medirse con él en el ring.

Tras rejuvenecer la saga de Rocky con Creed. La leyenda de Rocky, Ryan Coogler no pudo ocuparse de la siguiente entrega porque prefirió rodar la superheroica Black Panther. Así que pasa el testigo de la realización al jovencísimo Steven Caple, Jr., hasta ahora autor de un único largometraje, el drama ‘indie’ The Land. Quizás el film no sorprende tanto como su predecesor, y abusa de repetir elementos ya conocidos de la saga, y de Rocky IV en particular.

El recién llegado Caple, Jr. ha rodado muy bien los combates, situando la cámara muy cerca de los combatientes, por lo que el espectador se ve involucrado. Pero se acierta al priorizar el interés dramático de los personajes por encima de una mera sucesión de peleas. Se habla sobre todo de relevo generacional, pues desarrolla más la relación casi paternofilial entre el icónico personaje de Sylvester Stallone y el de Michael B. Jordan, pues se ha convertido más que en un entrenador en un asesor para la vida. Pero al mismo tiempo el primero echa de menos a su hijo auténtico, del que se ha distanciado. Por otro lado, Drago utiliza al suyo para vengarse de la derrota sufrida en el pasado. Se reflexiona también sobre la necesidad de levantarse en los momentos en los que la vida se cae como un castillo de naipes, cuando resulta determinante el apoyo de las personas adecuadas.

Como se espera, realizan un convincente trabajo de nuevo Michael B. Jordan y Tessa Thompson, y por supuesto Sylvester Stallone en un rol que no sólo lleva interpretando desde 1976, sino que es un trasunto de sí mismo. Pero sorprende en especial Dolph Lundgren, pues contra todo pronóstico el sueco aprovecha muy bien que el libreto humaniza a Ivan Drago, hasta ahora una especie de monstruo de Frankenstein, entendiéndose muy bien sus motivaciones, lo que da una nueva dimensión al film.