Dice Ana Rosa Quintana, en una patética entrevista promocional publicada por El País, que en su programa “el límite está en no hacer daño innecesariamente”. Conocer los motivos y las circunstancias que llevan a Ana Rosa a decidir cuándo es necesario y cuándo no hacer daño sería fascinante, porque nos ayudaría a comprender la existencia del todopoderoso y a admitir sus decisiones. Ana Rosa es una diosa que reniega de apelativos menores, como “reina de la mañana”. Cuando ponen en duda su profesionalidad, por ejemplo preguntándole por laimputación en el caso Mariluz, recuerda al lector que tiene un premio Ondas, y asegura que el mismísimo Augusto Delkader (presidente de PRISA Radio) no se podía creer que no tuviese galardones de esta calaña a cascoporro.

Que Delkader defienda a Ana Rosa, la periodista que publica libros escritos por negros, no es extraño: son socios. Recuerde que hace solo unos meses Telecinco absorbió el 100% de Cuatro, la cadena en abierto de Sogecable, y el 22% de Digital +, negocio que le proporcionó a PRISA el 18,3% de Telecinco y 491,1 millones de euros en efectivo. Desde ese instante los medios de comunicación de PRISA tratan con sorprendente cariño la telebasura que genera ese ojete audiovisual llamado Telecinco. El pasado viernes, promo-entrevista a Ana Rosa en El País. Un día después, sábado, el diario madrileño informaba sobre el estreno de El gran debate, “nuevo formato con el que Telecinco abre un hueco en su parrilla para la reflexión pausada y el análisis crítico”. Y el domingo, para curarse en salud sobre las críticas demoledoras que estaba recibiendo en la red la nueva versión de La Noria, El País publicaba en la página de televisión una columna de opinión en la que Ricardo de Querol, redactor-jefe de Sociedad, criticaba el movimiento tuitero que acabó con la publicidad del programa de Telecinco, “símbolo perfecto de una forma de hacer televisión que repugna a los intelectuales pero gusta a las masas”.El último párrafo es memorable: “Sería preferible un país en que a nadie le interesara La noria y en que La 2 fuera líder de audiencia, pero no vivimos en él. Nunca dedicaría una noche del sábado a ver La noria, pero a los dos millones de españoles que sí lo hacen les quieren quitar un pedazo de su micromundo, de sus evasiones, de sus conversaciones. Y me pregunto quién soy yo para decirles lo que les tiene que gustar. Que acabe eso que llaman telebasura, sí, cuando su público se canse y quiera otra cosa”.

Recuerden las sabias palabras de Ana Rosa con que abríamos este post: “El límite está en no hacer daño innecesariamente”. Ayer sin ir más lejos la veterana presentadora dio una lección de bondad invitando a su programa a los abuelos de Marta del Castillo, que con rostro desencajado y discurso apenado, ofrecieron detalles sobre el drama que viven. Y presenciaron y comentaron, en directo, la rueda de prensa que ofrecieron los padres de Marta. Una reportera del programa de Ana Rosa tuvo el honor de hacer la primera pregunta: “Como madre, ¿Cómo te encuentras? ¿Cómo has digerido esta sentencia?”.

Le llaman periodismo, pero podría parecer sadismo. ¿No habíamos quedado en que el límite está en no hacer daño innecesariamente? Nada más lejos de mi intención como bloguero que“quitar un pedazo de su micromundo, de sus evasiones, de sus conversaciones” a todos aquellos seguidores del programa de Ana Rosa, flamante premio Ondas. Lo que no significa que no haga cuanto esté en mi mano por acabar con “eso que llaman telebasura”, antes incluso“de que su público se canse y quiera otra cosa”. Lo siento por el negocio de Telecinco, que es tanto como decir el negocio de Cuatro, PRISA, El País, la Cadena SER…

 

P.D.

Esta noche Telecinco ofrece “Marta del Castillo: Una sentencia dolorosa”, programa especial protagonizado por los padres de la niña asesinada. ¿Quién soy yo para decirle a usted lo que le tiene que gustar? Nadie. Pero me gustaría recordarle que determinadas cadenas, algunas empresas, tienen la costumbre de lucrarse con el dolor ajeno, de explotar la indefensión de los más débiles. Y que podemos evitar estos daños innecesarios apagando la televisión.

Fuente: Javier Pérez de Albéniz, 17-1-2012