El debate público en torno a la ‘reputación online’ se ha vuelto más tenebroso en la medida en que cada vez más titulares hablan de humillación pública. Cabría pensarse que es duro ser ‘una celebrity’ cuando todo lo que uno hace – sea bueno, malo o mediopensionista- trasciende hasta hacerse digitalmente viral. Pero todavía es más duro ‘no’ estar cuando posteas algo negativo online. Porque cuando no eres famoso parece que solo son virales las cosas malas, no cada cosita que hagas en tu vida. Un chiste estúpido, una frase insensible, un comentario crítico picajoso, sale de alguien que no es ‘celebrity’ y, de repente, se ve juzgado por miles o, dependiendo de hasta qué punto puede parecer cabreante dicho comentario a su ‘nuevo público’, centenares de miles de personas. El ‘público’ no es contextualizable, es gregario, y, por ello, se te, de alguna manera, ‘define’ -sea , o por un público que busca diversión en un día con pocas noticias- por algo malo que has dicho irreflexivamente o ásperamente.

máscaras mexicanas

No es que este nuevo conjunto de condiciones justifique insensibles y ocasionalmente crueles comentarios realizados online. Pero cuando se produce la pérdida de trabajo o surgen depresiones o autolesiones, si se destrozan reputaciones y resulta amenazada la propia seguridad o la de la familia y amigos –todo esto pasa, de verdad, a la gente- por lo menos es legítimo preguntarse si el castigo es proporcionado al ‘delito’. ‘Esto’ es una cuestión importante traída a colación en un extracto publicado en el New York Times Magazine de esta semana, sobre el avergozar/humillar públicamente a personas. Esto corre parejo a la historia en torno a cómo un ejecutivo de Relaciones Públicas, con un Twiter de sólo 170 seguidores, se convirtió en celebridad mientras viajaba en un vuelo internacional. Que ‘aquel’ comentario racista -aunque se haya dicho -o no- que fue -o no- en broma- haya podido ser posteado públicamente por un ejecutivo de Relaciones Públicas mientras volaba sobre Sudáfrica, es algo extraordinario, pero igualmente lo fue la envergadura de las respuestas colectivas que suscitó.

Nuestra humanidad, no nuestra tecnología

Ya que lo sucede en los social media tiene mucho más que ver con nuestra humanidad que con nuestra tecnología, tenemos de verdad que ponernos juntos a pensar sobre el castigo que hoy es capaz de infligir la humanidad.
Humillar públicamente a alguien como público espectáculo es algo tan viejo como la humanidad. Un agudo editor de la revista Times, tituló dicho artículo como ‘Frenesí devorador’, pero esto es trivializar el hecho de que la humillación pública realizada desde los medios tiene un alcance potencial y una velocidad de expansión antes nunca vista por la raza humana. Incluso históricamente, estar entre la multitud era más que un espectáculo – más que meramente un asistir como testigo- porque la multitud, la parte pública de esa burla humillante, ha sido quien ha creado la vergüenza (de ser humillado). Ahora, desde el momento en que el número de testigos potenciales ha crecido exponencialmente, lo mismo sucede con la facilidad de participación y daño.
“El acoso como un todo, y el modo de impactar en los individuos, fundamentalmente cambia el arco de vida de las gentes, económicamente, socialmente y políticamente”, manifestó la autora y profesora de Derecho Danielle Citron a la escritora Soraya Chemaly en una emisión de salon.com interview.

máscaras griegas

¿A quién se está degradando?

Colectivamente, no hemos pensado suficientemente –mucho menos aún hemos hablado de ello a nuestros hijos- sobre quién está resultando degradado y dañado. En los medios donde se juntan multitudes, la multitud, los medios y la comunidad están también siendo degradados.
Ya que estos espacios digitales están al alcance de todos, se comparten y se socializan de una manera global, todos resultamos heridos de pública humillación. En última instancia y contrariamente a lo que algunos degradadores parecen pensar, no se gana nada con observar cómo agreden a una persona. De hecho, una investigación demuestra que el mismo hecho de ponerse a observar ese tipo de crueldad social te hace pagar un peaje sicológico.
“Los curiosones merodeadores resultan afectados de una manera significativa por el bullying que contemplan o escuchan, tanto que pueden tener un riesgo creciente de comportamiento autolesivo”, escribe Ian Rives, profesor de la Universidad Brunei en el Reino Unido. El y sus compañeros investigadores han hallado altas tasas de depresión, abuso de drogas y ansiedad entre estudiantes que han sido testigos de bullying. “El predictor más significativo de riesgo de suicidio entre curiosos merodeadores ha resultado ser la impotencia (dicho con énfasis)”

Míralo como lo que es

Por tanto, la necesidad de ‘someter’ ese humillar públicamente en los media se está haciendo cada vez más urgente. Se está dañando a la gente. El dilatar la búsqueda de soluciones, las segundas oportunidades, se está acabando. No podemos permitirnos el dejar que nuestros hijos crezcan creyendo que el acoso en los medios digitales y la pública humillación son inevitables, son “lentejas..”, lo que hay.. El conocimiento es poder, y, por ello, he aquí algunas cosas a tener en cuenta:
La palabra que antes se usaba para humillación pública era ‘ignominia’. Fue usada por Benjamin Rush, que firmó con otros la Declaración de Independencia en un documento de 1787 llamando a su fin, de acuerdo con el mencionado artículo del Times Magazine, pero “el suplicio de la picota y los azotes no fueron abolidos a nivel federal hasta 1839”. Una de sus definiciones es “desprecio público”. Se lleva la dignidad de la persona , marginaliza y deshumaniza a la gente. Uno de los antídotos contra esto es la inteligencia emocional. “necesitamos enseñar (a nuestros hijos) como ser competentes socialmente en un mundo muy complejo”, dijo Rosalind Wiseman, autora de hablar sobre chicos que están creciendo. “El abuso de poder es inevitable, lo mismo que lo es el trabajo de enseñarles a ser competentes socialmente, de enseñarles que la dignidad de las personas no es negociable, ni la de ellos ni la de ningún otro”.
Hay públicos invisibles: la investigadora sobre los social media Danah Boyd escribió en su Tesis Doctoral en 2008 – exitosamente- que gente y grupos de gente en los que tu nunca pensaste pueden convertirse instantáneamente en tu “público” o audiencia online.
Los contextos se funden los unos con los otros online. El término académico es “colapso de contextos” , lo cual es también una idea central en la disertación de Boyd. Esto significa que tu público o tu grupo de interés o comunidad puede rápidamente deshacerse y mezclarse con otro completamente diferente, encontrándose ambos grupos con que han sido arrojados juntos extrañamente en un mismo contexto, donde nunca habrían esperado haber coincidido offline.
Un juicio rápido sin contexto puede crear un montón de problemas por lo que se postea, cuando lo combinamos con la capacidad de la gente para repostear instantáneamente, retuitear, ir más allá, torcer y compartir con…
La distribución masiva al instante, haciendo que esto se haga viral y convirtiendo el juicio rápido en juicio viral y los públicos invisibles en públicos invisibles masivos.
Si esta humillación pública es padecida por usted o sus hijos, no apele a la corte de la opinión pública. Un padre hizo eso en YouTube, relacionado con bullying a su hija y entonces las cosas se fueron abajo de verdad para él y para todos, según un comentario del periódico Minneapolis Star-Tribune. Recordemos que todo lo anterior es válido. Juicios apresurados, falta de contexto, etc.,etc., pueden hacer que las víctimas se conviertan en verdugos en el pensamiento de un público sin contexto y viceversa. Buscar compasión o venganza en social media puede hacer que el fuego creado se vuelva horriblemente contra nosotros.

Regla nº 1 sobre la empatía en social media.

Puede que el perdón del público llegue alguna vez a eclipsar la humillación pública. Pero hasta que lleguemos a eso, necesitamos ser absolutamente claros y enseñar a nuestros hijos que todos los que están detrás de esos tweets, posteos, mensajes de texto, comentarios e imágenes, son seres humanos, nuestros congéneres. Esta es la Regla nº 1.
“La incapacidad para ver un rostro es, de la manera más directa, incapacidad para reconocer que compartimos humanidad con los otros“ según un ensayo en el Día de los Enamorados publicado en el New York Times. [Por eso es por lo que Facebook ha estado trabajando con “investigadores de la compasión” sobre cómo crear empatía en espacios digitales donde no tenemos expresión facial para que pueda usarse (consultar a este respecto el Pacific Standard Magazine)]

Dos reglas básicas más del camino.

“Un mundo despojado de caras es un mundo despojado, no sólo de la ética, sino de los fundamentos biológicos y culturales de la ética”, dice Stephen Marche, ensayista en The Times. ”Necesitamos un nuevo arte de conversación para las nuevas conversaciones que estamos manteniendo”. Así Marche ofrece dos simples reglas para vencer esa carencia de rostros. Junto a la Regla Nº 1 de ‘siempre ver seres humanos tras los mensajes de texto, tweets y posteos’, ellas podrían ayudarnos, a nosotros y a nuestros hijos, a crecer en capacidad de recuperación tras sufrir agresiones y en civilidad, en ver la humillación pública como lo que es y ayudar a reducir su impacto; ”nunca digas nada online que no dirías cara a cara” y “no escuches lo que la gente no te diría a la cara”
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[Un aparte:]Unos pocos pensamientos más para padres y educadores

La otra cara de esta pérdida de poder es dar poder a nuestros hijos (y a todos los usuarios de social media) a través del conocimiento, entendido como organización y alfabetización, sobre lo que es y hace la humillación pública; organización para hacer algo sobre eso (a veces reconfortar a alguien, públicamente o de forma anónima, que ha sido diana de esa humillación, y otras veces mediante instrucciones discursivas escritas de venta libre, o la lucha contra la crueldad) y la alfabetización para emprender acciones inteligentes (con habilidades sobre los medios de comunicación y de tipo socio-emocional).
La evitación no lleva a nuestros hijos a ese ‘empoderamiento’. Los padres pueden querer ser conscientes de que la prohibición de los social media no solamente estorba la capacidad de recuperación y el desarrollo de destrezas, sino que aumenta el riesgo de marginación social de los niños cuyo círculo social está en los social media. Es mejor conocer lo que pasa en el grupo donde comparten y aprender como navegar a través de la parte digital de su vida social, además de hacerlo con la vida no digital. Igual que los adultos, un niño puede desarrollar miedo a perderse (fear of missing out, FOMO en inglés) con o sin social media, pero el FOMO fuera de la refriega social puede ser más grave. Según el investigador Stan Davis, coautor del Proyecto Voz de los Jóvenes “el aislamiento y el ostracismo es la herida cordial del maltrato entre iguales”.
Pero no se quiere decir con nada de esto que el riesgo de crueldad social online sea superior al de aquél offline. Es solamente que se está mucho más expuesto. Ethan Zuckerman, en el MIT Media Lab, escribió: “Internet crea un ambiente en el que somos conscientes de discursos que de otra manera no oiríamos”. Disponemos de información que muestra que el bullying no es peor online. De hecho, es peor offline. La investigación publicada por el Centro para el Control de Enfermedades, el pasado mes de junio, muestra que el 19’6% de estudiantes universitarios han experimentado bullying en ambientes académicos el año pasado, mientras que un 14,8% lo han experimentado online. Pero las versiones digitales del acoso y del bullying son las que vemos en las noticias. Así que es igualmente posible que estemos reaccionando colectivamente a una mayor exposición a comportamientos negativos como reaccionamos a la negatividad creciente. Lo que esto significa para los padres es una -mayor que nunca- necesidad para preguntar a nuestros hijos sobre cualquier negatividad que estén experimentando personalmente ( en la que estén posiblemente participando) online y responder a eso, más que extrapolar desde los titulares de las medios cuál es su experiencia.
Porque las experiencias de los hijos y las de todos en social media son muy particulares-individuales, tienen todo que ver con quiénes son ellos, quiénes son sus amigos, cómo se comportan, y cómo cada uno se corresponde con el otro, tanto online como offline.

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