Se ve que a la Academia de la Televisión le han escocido las críticas por el elevadísimo presupuesto del debate Rajoy-Rubalcaba (550.000 euros del ala) y se ha apresurado a emitir una nota con dos buenas noticias. Una: al final la fiesta salió más barata de lo esperado y nos hemos gastado ‘solo’ 467.092,85 euros. Dos: la Academia ha encargado una auditoría de cuentas para garantizar la transparencia de su gestión en este trance. Bien. Esperemos que la auditoría no cueste más de los 80.000 euros que la Academia se ha ahorrado en el debate, porque entonces habremos hecho un pan con unas tortas. Esperemos también que la auditoría nos diga quiénes son los titulares de las 29 empresas contratadas para allegar servicios diversos en la producción del debate (unidades móviles, sala, iluminación, fibra óptica, etc.), y que deje claro que aquí nadie se ha llevado nada al bolsillo. Porque no tendría sentido que los periodistas eludiéramos en nuestras cosas ese mismo rigor que exigimos a los políticos en las suyas, ¿verdad? La Academia aprovecha también la ocasión para arrojar sobre sí misma pétalos de flores y espigas de acanto, como las púberes canéforas del verso de Rubén: extraordinaria audiencia (más de 12 millones de espectadores y 300.000 internautas), mil asistentes al acto en el Palacio de Deportes, numerosas aportaciones de trabajo voluntario y no remunerado, etc.

Todo eso está muy bien, y cualquiera de nosotros, si estuviera en el lugar de Campo Vidal, haría y diría lo mismo. Pero como nuestro lugar es otro, los que miramos desde fuera debemos decir un par de cosas. Una: es muy difícil explicar a los ciudadanos que se vaya semejante pico de dinero en un debate electoral, con la que está cayendo ahí fuera. Dos: es igualmente difícil explicar que el debate cumbre de la campaña electoral tenga que organizarse fuera de la televisión pública por el descrédito de esta. Dicho todo esto, también hay que reconocer que la Academia está siendo más escrupulosa que los canales públicos de televisión. Y eso no sería justo callarlo.

Fuente: J.J.Esparza (El Diario Vasco, 28-11-2011)