La tele es mejor que el cine y otras mentiras

 Pablo Castrillo, pabolec@gmail.com

Llevamos años escuchando cosas así. Por lo visto, hace tiempo que la TV adelantó al cine por la izquierda. Hace tiempo que la tele “hace más dinero” que el cine. Hace tiempo que la creatividad se ha desplazado de la gran pantalla a la pequeña. Yo mismo he creído y usado estos argumentos. Pero, ¿saben qué? Después de haber estado leyendo y pensando acerca de la cuestión, llego a la conclusión de que es un argumento vacío, una mentira podrida, y una estupidez como la copa de un pino. (Y ahora que he dicho la machada, intentaré ser algo más ecuánime).

Churras y Merinas, pero ovejas al fin y al cabo

Lo primero es no mezclar lo que no hay que mezclar. ¿Son el cine y la TV medios diferentes? ¿En su modo de difusión, o en su naturaleza? Al fin y al cabo, la tele viaja por las ondas y los cables, destinado a una “audiencia individual”; mientras que el cine es un rollo de emulsión fotosensible en 35mm que exige una sala teatral oscura y con al menos 500 asientos… ¿Verdad? No.

La tele y el cine son drama, narración de historias, cuentos en imágenes. Varían el tamaño de la pantalla, la duración de las entregas, y poco más. Las premieres de grandes series como Breaking Bad tienen lugar en abarrotadas salas de cine. La mayoría de las películas las vemos en casa — es decir, “en la tele”. Las pantallas son intercambiables y, oh sorpresa, el contenido también. Ahora que estamos de Emmys, todo el mundo habla del futuro de la TV: desde la llegada de Netflix con contenido original (House Of Cards, Hemlock Grove, etc.) ninguna distinción de soporte tiene sentido. ¿Es Netflix televisión? Si veo Star Trek por streaming en la pantalla de mi portátil, ¿es eso cine? (No respondan: no he dicho si estoy viendo las series o los largometrajes…) Y por último, no se nos vaya a olvidar: esa gentuza de Hollywood — anclada en el pasado, faltos de ideas, vendidos al mejor postor, sí, esos — son exactamente los mimos que hacen nuestras series de TV favoritas.

¿Quieren datos? Imagine Entertainment, fundada por Ron Howard y Brian Grazer. Creadores de series magníficas como 24, Arrested Development y Friday Night Lights. Creadores de películas magníficas como Crueldad Intolerable, Cinderella Man, Plan Oculto, y Frost/Nixon. Bad Robot, de súper JJ Abrams. En cine: Misión Imposible 3, Star Trek (1 y 2), Super 8En televisión: Alias, Lost, Person Of Interest, RevolutionK/O Paper Products, de Alex Kurtzman y Roberto Orci: se lanzaron al estrellato con La Máscara Del Zorro, este verano estrenan Ahora Me Ves, y en noviembre, Ender’s Game. Pues estos mismos señores son los creadores, junto con el ubicuo JJ Abrams, de la serie Fringe, y lanzan en otoño Sleepy Hollow para el canal Fox. ¿Y las series de cable, como Los Soprano? HBO tiene su división de TV y su división de “Films”, y mientras unos hacen Boardwalk Empire otros se dedican a The Sunset Limited y Game Change. Y no sigo porque me aburro.

Demasiada tele para tanto cine

El argumento indiscutible en favor de la televisión es la sorprendente cantidad de series de altísimo nivel con respecto al total de series emitidas; y más si se compara proporcionalmente con la cantidad de películas “buenas” con respecto al total de películas estrenadas. ¿Se entiende? Por si acaso, para los de letras: si se emiten 10 series al año y 8 son muy buenas; mientras que se estrenan 100 pelis al año y sólo 18 son muy buenas, entonces “la tele es mucho mejor que el cine”. ¿Verdad? No.

Como todos los argumentos manidos y convencionales, a éste le falta una cosa muy importante: una dosis de realidad. La comparación es exclusivamente del llamado prime time televisivo, y sólo dentro de los géneros de ficción. Pero no olvidemos que la tele es mucho más que eso. Hagamos las comparaciones en igualdad de condiciones. Por ejemplo: imaginemos que sólo existieran 10 canales de televisión. Los principales: ABC, CBS, PBS, NBC, FOX, CW, ION, Me-TV, MyNetworkTV, etc. — y sabemos bien que hay más. Una aproximación relativamente fiable es que en Estados Unidos se estrenan 300 películas al año. El promedio de un largometraje son dos horas. O sea, un total de contenido único de 600 horas. ¿Quieren hacer el cálculo del total de contenido único que tienen cada una de esas cadenas de TV, cada día de la semana, cada día del año? ¿No? Vale.

Hollywood se ha quedado sin ideas

Estoy de acuerdo en que la cantidad de remakes, secuelas, precuelas, spin-offs, y adaptaciones simplonas es imponente. Y un poco agotadora. Especialmente, cuando Sony decide re-lanzar la saga de Spider-Man — porque de lo contrario, expiraban los derechos que adquirió de Marvel — y para eso, contrataron al director de 500 Days Of Summer. Como decía aquel, “mí no entender”.

Pero, una vez más, estamos ante un cliché. Y a los datos me remito. 2009 — así, a bulto — fue un año fantástico en televisión. Hubo una gran variedad de series, y muchas de ellas fueron magníficas: Breaking Bad, Lost, Fringe, Friday Night Lights, Mad Men, Batllestar Galactica… Comedias como Community, 30 Rock, Parks & Rec, Curb Your Enthusiasm, Modern Family… Y por supuesto, el fenómeno Glee —para gustos, los colores. Pues ese mismo año se estrenaron en cines: En Tierra Hostil, Malditos Bastardos, Up In The Air, Moon, The Blind Side, Crazy Heart, A Serious Man, Distrito 9, Zombieland, Precious, Star Trek, An Education, Fantastic Mr. Fox… Las discutibles, pero exitosas: Harry Potter y El Príncipe Mestizo, Resacón en Las Vegas, 500 Days Of Summer, Avatar… En animación: Tiana y El Sapo, Coraline, Up! Y en documentales: Food Inc., The September Issue, The Cove, Earth. Acabo de soltar 20 títulos (no documentales) de los cuales sólo 3 ó 4 son adaptaciones directas.

Y para los que van por ahí diciendo que la tele es “más original” porque toma menos ideas de otras propiedades intelectuales, le contesto: después de Blade (Wesley Snipes, 1998), surgió una serie llamada Blade: The Series. Después de Clueless (Alicia Silverstone, 1995 — basada remotamente en Emma, de Jane Austen), surgió una serie de televisión llamada… sí, Clueless. Después de Toy Story, salió en TV Buzz Lightyear of Star Command. Y lo mismo con Conan, el Cuervo, el delfín Flipper, el legendario Ferris Bueller, el cara-cartón de Los Inmortales, Nikita, Ariel (sí, La Sirenita), los pingüinos de Madagascar, y tantos más. Y para el próximo otoño, Agents Of S.H.I.E.L.D para la cadena ABC.

¿Vale? Pues vale.

Entonces, ¿cuál es el problema? Parece que siempre miramos a los mismos títulos. Quizás los que llevan una carga de marketing más notoria. Si miramos a la cartelera de este verano, por supuesto, flojean El Hombre de AceroAfter Earth, las dos caídas de la Casa Blanca (como se llamen), El Llanero Solitario (gran batacazo), etc. Saldrán secuelas aburridas como Los Pitufos 2, Planes (extra-oficialmente basada en Cars), otro LobeznoPero también títulos originales muy prometedores: 2 Guns, Elysium, Ahora Me Ves… Más un par de continuaciones de animación que también dan la talla: Gru 2 y Monstruos University.

Para ir terminando: al final no he sido tan ecuánime como pretendía, y quizás he cargado la mano con eso de “reventar los mitos”. Lo voy a reconocer, soy el primero que admira y disfruta — ¡como un enano! — las grandes series que se hacen a día de hoy en Hollywood. Pero he ahí precisamente la cuestión: que Hollywood es todo. Las pelis buenas y las series malas; y las series buenas y las pelis malas. No me malinterpreten. Me da igual el debate sobre quién es “más cool”. Nos puede gustar más una cosa o la otra, pero no caigamos en la tentación “gafapasta” de pontificar sobre el estado de la cuestión sólo porque el argumento esté en boga. El hecho es que no importa. Yo lo que quiero es buena ficción, historias inspiradores de tonos variados, entretenimiento y emoción (y si Dios quiere, también un trabajo), y la verdad es que, venga por donde venga, será todo bienvenido.