Loreto Corredoira y Alfonso Rodrigo Cetina (Aceprensa, 11-6-10)

El caso de Facebook muestra la necesidad de encontrar un equilibrio entre los intereses de las compañías que gestionan las redes sociales y los de sus clientes. Las redes quieren que los datos personales de los abonados sean públicos en la mayor parte posible, para explotarlos con fines de marketing. Los usuarios quieren limitar la difusión de sus datos, aunque a la vez necesitan que las redes saquen dinero de ellos para que sigan ofreciéndoles un servicio gratuito.

La intimidad en los medios siempre ha sido un tema candente, tratado por autores y discutido en los tribunales. Antes de las redes sociales, las fotos o grabaciones de particulares publicadas sin consentimiento expreso y/o sin motivo informativo claro, eran intromisiones ilegales, algunos casos incluso, delito.

Con las redes sociales –Tuenti en España, y Facebook, Myspace o MSN en el mundo entero–, es otra cosa. No porque los bienes protegidos de la personalidad hayan cambiado o las personas tengamos menos yo que proteger. Es porque los límites de lo que es relevante en la información, y por tanto en la red, han cambiado, entre otras cosas porque somos nosotros mismo los editores y creadores de esos contenidos, que publicados y reproducidos on line, alcanzan una difusión inesperada.

Objetivo: compartir información

Para Mark Zuckerberg, CEO y fundador de Facebook, uno de los objetivos de toda red social es “compartir información”. Para Zuckerberg, la privacidad consiste en “dar a la gente el control” sobre su información personal y el contenido que genera dentro de la red social. Se trata de ocultar partes de esta información que es pública desde el momento en que decidimos formar parte de la red. En Facebook la configuración por defecto es la publicidad, y no al revés: al menos así ha sido hasta el pasado 26 de mayo.

Cabría preguntarse si lo que sostiene Zucekrberg es una verdadera “filosofía de red social” donde lo importante es hacer pública parte de nuestra vida en la red o, si más bien se trata de una mentalidad puramente comercial en la que el objetivo es ganar dinero a través del marketing personalizado, fundamentalmente basado en el conocimiento de los gustos y actividades del usuario. Si la finalidad es el lucro –recordemos después de todo que Facebook es un gran negocio–, es deseable recabar la mayor cantidad de información personal posible y dar una máxima publicidad a los contenidos para comerciar con ellos. Suministrar a las agencias de publicidad información de sus abonados es una gran fuente de ingresos, probablemente la única que tienen las redes sociales para ser rentables.

Facebook hace frente a las críticas

Durante los meses previos al 26 de mayo de este año, usuarios y asociaciones levantaron la voz en contra de la política de privacidad de Facebook. Algunos consideraban los controles de privacidad como algo muy complicado, con más de 50 opciones diferentes, lo cual hacía de la experiencia de configurar un perfil algo lento y confuso. Con tanta variedad, era difícil evaluar el grado de publicidad que tenían tanto la información como las acciones de los usuarios.

Dentro del propio Facebook se han organizado grupos de usuarios que han llegado a proponer abandonar la red social. Las cifras de usuarios y visitas diarias contradicen ese rumor crítico. Para los detractores, el principal problema es que Facebook hace pública la información del usuario por defecto y es este quien debe, caso por caso, restringir su visibilidad. La opción por defecto “todo el mundo” hace pública la información no sólo para todos los usuarios de Facebook, también para toda la red en general, incluidos los buscadores como Google.

Las muchas quejas de diversos sectores –incluyendo instituciones públicas como las Agencias de Protección de Datos europeas– o de medios como The Wall Street Journal o la revista Time finalmente hicieron que Facebook anunciara cambios en su política y controles de privacidad. Ahora, las opciones de privacidad han sido reducidas de 50 a menos de 15. La forma en que se comparte el contenido puede ser regulada por tres niveles de acceso: “amigos, “amigos de amigos” y “todo el mundo”. El texto es más claro, simple y breve.

El usuario no tiene el control pleno

En España, Artemi Rallo, responsable de la Agencia de Protección de Datos, opina que “la solución al conflicto no consiste en simplificar las herramientas”. Jeffrey Chester del Center for Digital Democracy, opina en la revista Forbes que Facebook “se niega a dar el pleno control a sus usuarios”. Tanto Chester como Rallo coinciden en que Facebook debería de dar por defecto el máximo nivel de privacidad y no al revés, como ocurría hasta el mes pasado.

En materia del tratamiento de los datos personales de los usuarios de Facebook, la Agencia Española de Protección de Datos considera que Facebook “ha traspasado las líneas rojas” y que “el diseño de sus ingenieros no está pensado para proteger la privacidad. Está pensado para dar una máxima publicidad a los contenidos y hacer negocio”.

Días después de los cambios anunciados, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes de EE.UU. envió una carta los responsables de Facebook exigiendo una “explicación detallada de la información sobre los usuarios” que la empresa ha proporcionado a terceros sin el consentimiento de los titulares de las cuentas. La carta hace hincapié en las “circunstancias en las que los usuarios no optaron expresamente por este tipo de intercambio de información”. La controversia continuará y, junto con el proceso legal que pueda abrirse, es probable que Facebook tenga que seguir haciendo cambios en su política y controles, sobre todo para adecuarse a la legislación de los distintos países, en especial la europea, más estricta en cuestiones de privacidad y protección de datos que la de los Estados Unidos.

Intimidad es más que privacidad

Pero el usuario debe aprender y poner de su parte para realmente ejercer el control de su información. Quien decide utilizar una red social, debe hacerlo siendo consciente de que cierta información suya será accesible a terceros. En muchas ocasiones, incluso para completos extraños y para empresas, dedicadas o no a la publicidad.

La reserva de la intimidad es un derecho fundamental reconocido por la Declaración Universal de Derechos Humanos. La intimidad es la esfera personal de cada uno, en donde residen nuestros valores humanos y personales. Son nuestros sentimientos y pensamientos más profundos, de los cuales solo hacemos partícipes a las personas más allegadas a nosotros por motivos afectivos y/o familiares. Cuando se habla de privacidad en la red y de políticas de privacidad de las redes sociales, no se puede pensar que se habla de intimidad. Las redes sociales, como su nombre indica, ya tienen de por sí un componente público, de relación.

Se puede controlar hasta cierto punto con quién y cómo se comparten algunos de nuestros datos privados pero en el momento en que publicamos algo en una red social, debemos de saber que esto ya ha rebasado nuestra esfera íntima. Aquello de nosotros que jamás deseemos trascienda nuestro círculo íntimo nunca debe ser trasladado a una red social, aunque esté guardado bajo el seguro más infranqueable que permita una configuración de privacidad.