Un joven publicista, con una exitosa carrera profesional y una vida personal vacía, se ve inmerso en un viaje para llegar puntual a una importante reunión de negocios. Durante el trayecto conoce a una chica con la que acabará rememorando la época más mítica y emotiva de su infancia: el último verano que pasaron con la pandilla.

Director: Pau Freixas

Intérpretes: Álex Brendemühl, Eva Santolaria, Emma Suárez, Lluís Homar, Nerea Camacho

Guión: Albert Espinosa, Pau Freixas

Duración: 105 min.

Género: Drama

Público: Jóvenes

Valoración: ***heroesC

Contenidos

Humor: 2

Acción: 1

Amor: 3

Violencia: 0

Sexo: 0

Crítica

Esforzadísimo intento de rodar en catalán un drama nostálgico en el más puro estilo Verano del 42, pero en España, y evocando los mágicos años 80. ¡Con dos narices! El director es no por casualidad un treintañero, Pau Freixas, realizador de la prometedora Cámara oscura, que ha escrito el guión junto al siempre interesante Albert Espinosa, guionista, director y sobre todo autor teatral, responsable de la obra en la que se basó Planta 4ª. Espinosa es un gran especialista en niños con dificultades, por lo que posiblemente sea idea suya que uno de los protagonistas sea un chaval con síndrome de Down, al que se retrata con mucho realismo, por cierto.

La acción se desarrolla en dos tiempos. En la actualidad, un automovilista treintañero con prisa por llegar a una importante reunión de negocios, pero que ha perdido entre otras cosas la cartera, se ve obligado a recoger a una viajera estrafalaria a la que ofrece transporte si le presta dinero para la gasolina. Muchos años atrás, en los 80, una pandilla de niños de veraneo en la costa se dispone a participar en una competición cuyos ganadores se quedarán por un año con una cabaña del lugar, con poderes mágicos según la leyenda. Como sólo son cuatro y la tradición marca que deben ser cinco para participar, deben encontrar otro amigo. Así que ponen un anuncio.

A Espinosa le falta la fuerza visual de otros jóvenes realizadores españoles, como Juan Antonio Bayona o Rodrigo Cortés -que han dejado desfasados al resto-, y su película está llena de evidentes defectos. Algunos homenajes cinéfilos funcionan a las mil maravillas, pero otros juegan un poco en contra del film. No se debe meter un niño con una bicicleta pasando a contraluz junto a la luna llena porque se le recordará a los espectadores que la película está a años luz de E.T., el extraterrestre, y que por mucho que los modelos sean Spielberg, el Richard Donner de Los Goonies, el Rob Reiner de Cuenta conmigo, y también el Antonio Mercero de Verano azul, las comparaciones son odiosas.

Aunque las pocas canciones de la época cuyos derechos se han podido adquirir (Forever Young, Ti amo) cumplen muy bien su función de retrotraer al espectador a los 80, se echan mucho de menos unas cuantas más. Se ve que no había presupuesto para hacerse con un recopilatorio ochentero estilo B.S.O. de Los amigos de Peter. Porca miseria.

La puesta en escena podría tener más calidad, y al guión le sobran escenas -la trama de la actualidad se alarga demasiado y tarda en arrancar cuando la importante es la otra- y le faltan otras -no puedes prometer una carrera de coches y luego dejarla en un paseo-. Algunos conflictos son demasiado ‘de manual’, sobre todo la difícil relación del protagonista con su nuevo padrastro, que suena a mil veces vista.

Por su parte, el reparto es desigual, pues mientras a pesar de la brevedad de su papel Emma Suárez vuelve a demostrar que cada vez es mejor actriz, no es buena idea escoger para un papel modelo Katharine Hepburn en La fiera de mi niña a la inexpresiva Eva Santolaria. Quizás lo más importante es lo naturales que resultan los niños, que llevan el peso de la trama. Destaca Nerea Camacho (Camino), que tiene ante sí un brillante futuro.

En cualquier caso, lo cierto es que el film funciona. Muchas secuencias de humor logran que el respetable esboce una sonrisa, y en un contraste absoluto, el clímax final resulta lo suficientemente emotivo. Es una película blanca, quizás para subrayar la ingenuidad de los años que retrata. En cualquier caso, no necesita recurrir al morbo, ni a las palabras malsonantes para mantener el interés, pues lo consigue abordando temas como la iniciación a la vida, la transición a la edad adulta, el primer amor, la desestructuración familiar y sobre todo, la importancia de la amistad. Los que estén cerca de los 40 se dejarán seducir por sus radio-cassettes, posters de Loca academia de policía, los helados Drácula, los pastelitos Tigretón y otros impagables detalles de entonces.

Fuente: Decine21