El padrino II (1974)

El padrino, muchos años antes

El padrino, muchos años antes

Una segunda parte que rompe el tópico de segundas partes nunca fueron buenas. Es cuestionable si es mejor o peor que la genial primera parte pero, como poco, se queda a la misma altura. Cuenta la vida del niño Vito Corleone, el futuro padrino interpretado en la primera parte por Marlon Brando.

A los nueve años, Vito Corleone presencia en su Sicilia natal cómo un capo de la mafia local asesina a su padre, a su madre y a su hermano. Él debe emigrar a Estados Unidos, donde dieciséis años después ya es el padrino de una importante familia. Hasta aquí, el personaje es interpretado por Robert De Niro. Cuando muere, le sucede su hijo Michael (Al Pacino), que trata de legalizar los negocios mafiosos de su familia para convertirlos en una empresa respetable.

Una secuela formidable. El relato de la ascensión de Vito y el de la venganza de Michael, se combinan de forma muy atractiva en el audaz guión, firmado de nuevo por Coppola y Puzo. Es menos espectacular que la anterior, pero el ritmo narrativo es también impresionante. La actuación de Robert De Niro es brillantísima, y ganó un Oscar al mejor secundario. Al Pacino, Robert Duvall y Diane Keaton están sensacionales. La música, de Nino Rota, inigualable.

Una metáfora de América

Una lectura superficial de El padrino llevaría a definir la trilogía como un cuadro violento y detallista de la mafia. Pero hay algo más, que eleva la historia que se narra a alturas insospechadas. Vemos el modo particular en que se cumple el sueño americano en la familia Corleone: desde una posición modesta, se encumbran hasta la cima del poder. Contemplamos el lado sucio de los negociso, los efectos más perversos del sistema capitalista imperante en el mundo. Por ejemplo, en el negocio de casinos y prostitución en la Cuba de Batista, con el simbólico reparto de una tarta en el cumpleaños de uno de los capos.