La Sra. Lowry e hijo (2019)

 

Atrapados en un cuadro

Intensa película sobre la relación entre el pintor de Lancashire L.S. Lowry (1887-1986) y su madre Elizabeth, en la época en que ella es una inválida postrada en la cama casi todo el día, y en que él la cuida amorosamente. Lowry es un hombre sensible, que pinta lo que ve, poniendo ahí todos sus sentimientos. Son cuadros sencillos, algo naïf, que representan motivos urbanos como la salida de los trabajadores de una fábrica, plasmando su soledad. No goza de reconocimiento público, por lo que ha heredado el trabajo de su padre, cobrador de alquileres en barriadas deprimidas; pero lo que peor lleva es que su madre no aprecie su obra, considera que su dedicación a la pintura no pasa de un hobby, y que además es fea. Elizabeth odia el barrio donde vive, y añora una época mejor y luminosa, frente a la gris suciedad de su entorno actual.

Estamos ante un estupendo film de actores, están soberbios Timothy Spall y Vanessa Redgrave, que imprimen mil y un matices a sus personajes, de modo que no se cae en simplificaciones a la hora de mostrar las contradicciones de una relación sin duda de hijo y madre mutuamente amorosa, pero en la que hay puntos oscuros: él no escatima esfuerzos para agradar a su madre, empapados de una ternura quizá demasiado complaciente; ella le agradece sus atenciones, pero no deja de mostrar un comportamiento castrador, arrojando jarros de agua fría a la pasión del otro por su dedicación artística, que apagan sus expectativas. La esperanza de que llegue el éxito en algún momento no deja a Lowry, aunque a él le basta saber que lo que hace es bello; en realidad, el reconocimiento que necesita es el que tiene más al alcance de la mano y sin embargo…

Dirige el film Adrian Noble, conocido sobre todo por su faceta de director teatral, ha estado muchos años a cargo de la Royal Shakespeare Company, y el que nos ocupa es su segundo film, el otro es Un sueño en una noche de verano, según la obra del bardo inglés y realizado en 1996. Conviene conocer este dato porque resulta evidente que si se ha puesto detrás de la cámara en esta ocasión, es porque le ha seducido el guión de Martyn Hesford y la historia que contiene. Podría ser, sí, una obra de teatro, pero es sin duda muy cinematográfica, empezando por su bella fotografía, que casa bien con la pintura de L.S. Lowry, y que se debe a un español, Josep M. Civit.

La cinta está atravesada de detalles muy inteligentes que remachan las ideas principales sobre lo que define un artista, y la relación de los protagonistas. Es un buen recurso el de la vecina elegante, que acaba siendo amiga de Elizabeth, y que se convierte en catalizador de una importante evolución en la relación de madre e hijo. Y asoman detalles simpáticos que definen el carácter del pintor, como el juego con los niños de los barrios que patea, o la colección de relojes que van a deshora.