Puñales por la espalda (2019)

Suicidio en la mansión

Tras la celebración de su 85 cumpleaños, Harlan Thrombey, editor, escritor, millonario y cabeza de un gran clan familiar, muere aparentemente por suicidio en su gran mansión campestre de Kentucky, en Estados Unidos. Todos los familiares y el personal de servicio quedarán impactados con la noticia, pero la situación se hará más desagradable aún cuando tras el entierro dos agentes de policía y el enigmático investigador Benoit Blanc se presenten en la mansión para dilucidar con sus pesquisas la verdadera causa del deceso.

El director Rian Johnson entrega una película la mar de entretenida. Tras comenzar su andadura con la notable Brick, el director de Maryland ha ido labrándose poco a poco una filmografía muy apañada, en donde el cuidado del guión es una de las señas de identidad. Precisamente aquí da muestras de gran maestría a la hora de manejar a un variado grupo de personajes, de captar la atención a base de diálogos, preguntas y respuestas, de sembrar la duda con verdades a medias, generando todo tipo de sospechas secretas entre los miembros del clan y dosificando siempre la información de modo natural (esas conversaciones en el despacho del muerto). Que duda cabe que el argumento, la ambientación y las indagaciones del investigador en medio de una amplia familiar en donde abunda el lujo, el dinero y los rincones ocultos son elementos deudores de las historias de Agatha Christie o de los episodios televisivos protagonizados por Jessica Fletcher (hay de hecho un homenaje explícito a Se ha escrito un crimen), pero Johnson demuestra ser un más que digno discípulo. Y como un guiño argumental que pulula por toda la trama, se permite además dar una vuelta más de tuerca al crear mágicamente una intriga donde aparentemente no la hay, pues el espectador sabe muy pronto las circunstancias que han rodeado la muerte del jefe de familia.

Sin embargo, por encima de todo, Puñales por la espalda es una deliciosa y ligera charada, rodada con encanto y estilo, en donde el humor, siempre presente, es además protagonista en numerosas ocasiones. Ya sólo la ocurrencia de que uno de los personajes principales no pueda mentir sin generar en su organismo el acto reflejo de una aparatosa vomitona demuestra ser una idea tan brillante como estrambóticamente divertida, pero el director va más allá y la convierte en humorística ocasión de vertebrar varios momentos de la trama. Las interpretaciones son perfectas, tanto que a veces se echan de menos más minutos para el reparto coral (es el caso de una genial Jamie Lee Curtis, por ejemplo, o del colosal nonagenario Christopher Plummer). Y entre todos es justo destacar a los dos ejes principales del asunto: una Ana de Armas que seguramente firma el mejor papel de su carrera hasta la fecha y un hilarante Daniel Craig en estado de gracia. Se ve que quiere deshacerse de James Bond a marchas forzados y se lo ha pasado bomba rodando a las órdenes de Johnson.