Marte (The Martian) (2015)

Resolviendo problemas

Resolviendo problemas

Ridley Scott dirigió en los principios de su carrera dos clásicos de la ciencia ficción, Alien, el octavo pasajero, con ribetes de terror, y Blade Runner, emparentada con el cine negro. Mucho más recientemente, revisitó el territorio Alien con Prometheus. Aunque la historia que Marte (The Martian) sea ficción, la película tiene más de ciencia que de fantasía, pues imagina con gran realismo un futuro próximo en que gracias al programa espacial Ares de la NASA, una misión tripulada ha llegado con éxito a Marte. Una intensa tormenta de arena obliga a partir precipitadamente del planeta, y atrás queda el botánico Mark Watney, al que sus compañeros con la comandante Melissa Lewis al frente han dado por muerto a causa de un accidente. Craso error, pues Mark sobrevive, y deberá arreglárselas solo con mucho ingenio y sangre fría, manteniendo la esperanza de poder comunicar con la Tierra en algún momento, antes de que sea demasiado tarde y se agoten sus reservas de alimento y oxígeno.

Sin duda estamos ante la mejor película que se ha rodado sobre el planeta rojo, cuyo desarrollo está atravesado de verosimilitud, sin que para alcanzar este logro se pague el precio de aburridas –al menos en el contexto de un film que debe ser dinámico– explicaciones científicas, las que hay están introducidas con gran habilidad. Su trama de supervivencia espacial extraterrestre la emparenta con las también muy logradas Apolo 13 y Gravity.

El guión de Drew Goddard –con una carrera forjada en tramas algo fantásticas en series televisivas como Buffy, cazavampirosAlias y Perdidos y que escribió los libretos de Monstruoso y Guerra Mundial Z–, que adapta una novela de Andy Weir, está muy bien trabado. Utiliza bien el recurso del vídeodiario que mantiene Mark para justificar su voz en off y explicar su modo de resolver los mil y un problemas que lleva aparejada su soledad en Marte. Todo el primer tramo en que contamos con un solo actor, el siempre eficaz Matt Damon, está muy bien sostenido, su dramática situación se suaviza con algún detalle de humor, y el modo en que se las ingenia para disponer de más alimentos, o buscar la comunicación con la Tierra, destila inteligencia, resulta creíble. Incluso la presencia de música disco a lo largo del metraje se introduce con sentido.

Algunos riesgos, como mantener fuera de la pantalla casi todo el tiempo a gran parte del atractivo reparto, y darles paso cuando sólo la narración lo requiere, son valientemente asumidos. Con el gratificante resultado de que cuando finalmente vemos a los otros miembros de la misión, nos identificamos con sus pesares y alegrías, y con el sacrificio que exige su trabajo. Verdaderamente las piezas del puzzle encajan bien, el seguimiento de las acciones desde la NASA y el centro de control, o la presentación de la reacción mediática, tienen su justo sitio. Y se logra que cada personaje secundario despierte interés. En general, sostener la trama con la omnipresente idea de que hay que afrontar los problemas sin miedos paralizantes es algo que funciona.

Hablar a estas alturas de la pericia de Ridley Scott en la puesta en escena, siendo un director con más de una veintena de títulos a sus espaldas, la gran mayoría proyectos de gran envergadura, resulta casi una “boutade”. El cineasta británico vuelve a demostrar su enorme fuerza visual, su sentido de la planificación y del montaje, empezando por la tormenta de arena del principio, y también en las escenas espaciales, el magnífico clímax que parece casi una escena de gimnasia artística más allá de las estrellas.