Una historia verdadera (1999)
En la plenitud de la vida
Si alguien es tan estúpido como para pensar que la ancianidad es una etapa de la vida inútil, necesita ver este film. La historia de Alvin Straight, basada en hechos reales, es un canto a la tenacidad y sabiduría que uno puede lograr en la senectud, tras la experiencia de los años vividos. La odisea de un anciano del Medio Oeste, que recorre en una cortadora de césped los quinientos kilómetros que separan Laurens de Mt. Zion, con el propósito de reconciliarse con su hermano, podría parecer un argumento banal. David Lynch no lo ha visto así, hasta el punto de que, por primera vez, maneja guión ajeno, con elementos fordianos bien plasmados luego en imágenes.
Lynch dibuja bien los tipos humanos del film, en primer lugar a Alvin. Éste viaja en una cortadora por las limitaciones físicas de su edad. Y esa lentitud con que se mueve, se convierte en metáfora de las necesidades de una sociedad que corre demasiado y no se detiene a pensar. En su largo caminar, Alvin se topa con variopintos personajes, y en cada uno derrama la ciencia que tiene. Fotografía de Freddie Francis y música de Angelo Badalamenti ayudan a conjugar el tono casi-épico con el intimista. Participamos así en un viaje de aprendizaje donde, curiosamente, el que aprende no es el viajero, sino los que se encuentran con él.
El otro Lynch
Los seguidores de Twin Peaks, Cabeza borradora o Carretera perdida quizá se sorprendan del tono clásico que adopta David Lynch en Una historia verdadera. Pero su mejor film, El hombre elefante, seguía esa línea al contar con profundo dramatismo una historia auténtica.