Ficha:

Crítica decine21.com  por Pablo de Santiago

 

Tres hemanos

Tres hermanos se reúnen en la casa familiar –situada en una preciosa cala cerca de Marsella– cuando el padre de ellos sufre un ataque por el que queda aparentemente inconsciente, ajeno a la realidad. Por un suceso del pasado, Angèle –ahora actriz de renombre– no visitaba el lugar desde hacía veinte años, cosa que le reprocha su hermano Armand, que se quedó allí al cuidado de su padre y al frente de un modesto restaurante. Joseph, por su parte, ha llegado con una joven conquista, Bérangère, aunque la falta de conexión entre ellos habla a las caras de que la relación se ha terminado.

Una película muy Guédiguian. El director francés sigue fiel a sus principios, a sus conflictos, a sus personajes. Es decir, a toda una generación occidental desilusionada que en su juventud abanderó la utopía comunista, la lucha contra el patrón y el burgués acomodado, la repartición equitativa, y que ha visto cómo las cosas se han mantenido inalterables. Esa búsqueda de la paz en la tierra, sin asideros más allá de esta vida, se escapa. Y el tiempo pasa y las ilusiones se van desvaneciendo, sólo quedará entonces esa nostalgia del tiempo pasado, de esa época alegre y romántica de deseos irrealizables por los que se estaba dispuesto a jugarse el futuro. Robert Guédiguian se mira en esos personajes de sus películas, que siempre son los mismos y que vienen a ser un islote en medio del océano del mundo moderno. Su corazón no ha cambiado y mira atrás con nostalgia intentando alcanzar algún fleco suelto del pasado. Pero hay también una rendida y sincera comprensión de lo ocurrido: “Tú razón es de derechas, tus sentimientos de izquierdas –hace decir a un personaje, que concluye:–, como todos”.

Con muchos elementos en común con Las nieves del Kilimanjaro, el director marsellés de origen armenio cuenta una vez más con todo su equipo de intérpretes, encabezados por su mujer Ariane Ascaride y por Jean-Pierre Darroussin, a quienes se suman otros habituales como Gérard Meylan o la más joven Anaïs Demoustier. Con maestría sabe hacerlos cercanos, accesibles, e introducir en el guión los conflictos de cada una, de cada uno, traumas o tragedias, dudas o tristezas con las que han de lidiar en crisis interiores, pero sabe hacerlos progresar, avanzar, incluyendo diálogos realistas, sonrisas y lágrimas, ternura y solidaridad, y eso aunque muchas situaciones o tristes decisiones no parezcan demasiado verosímiles. La casa junto al mar es una película hermosa –aunque no del todo alegre– también por el emplazamiento elegido por el director, una preciosa e idílica cala abierta al mar y a la luz del mediterráneo en donde a cualquier espectador le gustaría perderse.