Alfonso Méndiz Noguero, Profesor de Comunicación y Publicidad de UMA

En artículos anteriores hemos hablado de algunos efectos que el cine y las teleseries ejercen sobre las audiencias: la manipulación de las emociones, la transferencia de personalidad, los cambios en la percepción de la realidad, la atribución de una “autoridad social” indebida, etc. Hoy quiero hablar de un efecto social aún más importante que todos los mencionados: la función de legitimación que las ficciones audiovisuales ejercen en nuestra sociedad. En su libro «Theories of film», AndrewTudor define así este efecto sobre el público: “Es el efecto, más potente que los habitualmente descritos, por el que las películas justifican o legitiman creencias, actos e ideas”.

 

TELESERIESHoy en día, el cine ha legitimado conductas y percepciones de la realidad que hace sólo unos años provocaban el rechazo o la discrepancia moral de buena parte de la sociedad. Hoy, después de haberlos visto una y otra vez en filmes y teleseries, han pasado aser “normales”, legítimos. El cine les ha dado carta de naturaleza, ha establecido socialmente que son mucho más corrientes de lo que se piensa, que son plenamente válidos y, en todo caso, que deben verse como inevitables. Por eso invita al público a aceptarlos como “políticamente correctos”.

 Entre otros comportamientos que afectan directamente a la familia y que el cine ha contribuido a legitimar, podrían señalarse:

  •  La convivencia durante el noviazgo: en todas las teleseries juveniles, desde “Compañeros” y “Al salir de clase”, hasta “El internado”, “90-60-90” (fotograma de arriba) o la polémica TV movie “El pacto” (en la que siete adolescentes de 4º de ESO deciden quedarse embarazadas por solidaridad con otra alumna embarazada: así, engañando de paso a sus parejas –coniven con sus novios con la más plena naturalidad- llegan no sólo a banalizar el sexo, sino a justificar la maternidad por mero capricho, al margen de todo compromiso).
  •  La justificación y exaltación de la homosexualidad, en cintas como “Brokeback Mountain”, “Philadelphia” o “La boda de mi mejor amigo”; y en teleseries como “Aquí no hay quien viva” o “Los hombres de Paco”.
  •  La ruptura familiar como forma de liberación, y la infidelidad como realización personal: Entre otros filmes que idealizan y legitiman el adulterio, cabe destacar “Los puentes de Madison”; y entre las teleseries… casi todas.
  •  La promoción del aborto, como alivio para la madre (¿?) y como modo de ejercer la medicina (¿?): como en “Las normas de la casa de la sidra”.
  •  La legitimación de la eutanasia, con películas ideológicamente orientadas como “Million Dollar Baby” o “Mar adentro”; y, por supuesto, queda plenamente justificado en muchos diálogos de las teleseries actuales.

 Ciertamente, el cine ha sido siempre una “fábrica de sueños”. En esos sueños (más o menos mediatizados por la narrativa audiovisual o cienmatográfica) nos proyectamos habitualmente y con ellos tratamos de configurar nuestras identidades. Por eso, porque es punto de referencia para nosotros mismos, el mundo audiovisual ha sido también comparado a un gran espejo. Pero hoy en día parece ser “un espejo distorsionado”, porque al mirarnos en él y buscar nuestro verdadero rostro, lo que vemos resulta ser bastante alejado de nuestra vida, de nuestros valores, de nuestra familia. Lo que esas imágenes autorizan a pensar y a actuar es asumido por los espectadores como algo legítimo, validado y plenamente aceptable en nuestras vidas.