la teoría del todo

Stephen es un intrépido posgraduado en Cambridge, no especialmente estudioso pero sí con una mente brillante. En una fiesta conoce a Jane, una hermosa doctoranda en literatura ibérica, devota anglicana. Pese a sus distintas creencias y a la enfermedad degenerativa que le han diagnosticado a Stephen, ambos se enamoran perdidamente y se acaban casando. Los dos años de vida que le quedaban, según el parecer de los médicos, terminarán siendo muchos más.

Película de carácter biográfico sobre el célebre astrofísico Stephen Hawking, centrada en los tres pilares de su vida: su matrimonio (la roca sobre la cual el científico sobrevive sus años más cruciales), su profesión (vertiginosamente ascendente y polémica) y su salud (una implacable caída libre).

Director:James Marsh

Intérpretes:Eddie Redmayne, Felicity Jones, Emily Watson

Guión: Anthony McCarten

Duración: 123’’

Género:  Biográfico, Drama

Estreno: 6/1/2015

Público: +16

Valoración: ****

Contenidos (de 0 a 6):

Humor: 2

Acción: 0

Amor: 0

Violencia: 0

Sexo: 0

Crítica:

Estamos ante una magistral obra de James Marsh, que atrapa la atención y las emociones desde el minuto uno. ¿Por qué? Básicamente, porque logra una combinación mágica de factores. Por un lado, el espectador sabe que se trata de un filme biográfico, de modo que se acerca con la curiosidad de querer saber más acerca de ese controvertido científico sobre el cual, como mínimo, ha oído hablar. Además, el director juega de un modo muy inteligente con la realización y la puesta en escena, sacando el máximo jugo a cada página de guion: si la discusión tiene lugar en un bar, las copas y la espuma de la cerveza servirán para ilustrar una teoría científica. Si la pareja protagonista habla acerca de retroceder en el tiempo, empezarán a girar el uno alrededor del otro en el sentido inverso a las agujas del reloj. De este modo, cada escena está diseñada como un maldito reloj cuyo “tic tac” no te dejará pensar en otra cosa. Y todo rebañado con una oportuna banda sonora, ganadora de un Globo de Oro, que acompaña con picardía pero no provoca excesivamente las lágrimas, aun teniéndolo todo a favor para hacerlo.

Además, las actuaciones no podrían ser más destacables. Eddie Redmayne resulta estremecedor, además de por su parecido físico, por lo bien que caracteriza los primeros síntomas de la enfermedad: la colocación tosca de los dedos, los pies torcidos, los gestos convulsos y torpes, la sonrisa algo demente. Tampoco Felicity Jones se queda corta. Cae sobre sus hombros un papel comparable al de Jennifer Connelly en Una mente maravillosa: un ángel en la tierra. Además de ser una mujer inteligente y atractiva, su humilde entrega a la “causa perdida” de su marido es, con diferencia, la subtrama más provocadora de la cinta. Pedirle matrimonio justo después de saber que le quedan dos años de vida es sólo el principio de una larga batalla, que tiene otro momento álgido en la decisión de Jane de no desconectarle de la máquina. De hecho, cuesta discernir cuál de los dos personajes lidia con más sufrimiento.

Otro de los temas de fondo, evidentemente, es el de la ciencia, en especial su compatibilidad o incompatibilidad con la creencia de un Dios creador y ordenador del cosmos. Este eterno debate se trae a colación en la relación de Stephen con Jane y, aunque el director podría haberse permitido decantarse categóricamente hacia un lado de la balanza, se limita a mostrarnos la obcecación –finalmente vitoreada, eso sí- de Hawking por la no-existencia de Dios.

Por otro lado, hay que decir que el cineasta hace cierta justicia a la religión, quizás para ser complaciente con los anglicanos, mostrándola, cuanto menos, como una fuente sencilla de amor y entrega que puede estar a años luz de la ecuación “de todo” con la que Hawking trata de dar. En cualquier caso, tanto para creyentes como para agnósticos, es plausible volver a poner sobre la mesa un debate tan crucial como apartado hoy en día de la discusión pública, y ojalá sirva la película para abrir preguntas y no tanto para cerrarlas con sus golpes efectistas.

Puede sorprender la puntuación de “humor” atribuida a esta película. Esto se debe a que La teoría del todo consigue incorporar simpáticas dosis de humor dentro de tan dramático argumento sin resultar desagradable ni fuera de lugar, arrancándote una carcajada en momentos tensos; por ejemplo, cuando Jane se queja de que el ordenador a través del cual va a hablar su marido lo hace con acento americano en lugar de británico (aunque en la versión doblada dice “la voz es un poco rara”, lo cual le quita toda la gracia). De hecho, en cuanto a buen gusto nada se le puede reprochar, pues incluso todas las escenas de tono sexual, que podrían haberse añadido sin resultar forzadas, han sido elegantemente omitidas por respeto al astrofísico y a su primera mujer, todavía vivos hoy en día.

Más allá de su rigor o imparcialidad histórico-biográfica (sobre la cual yo, humildemente, no puedo decir mucho), o de su evidente embellecimiento de la persona a la que retrata, la película resulta valiosa en sí misma. Despierta el interés en la historia en la que se inspira, y también produce la emoción de comprobar, una vez más, la complejidad de la vida humana, de la salud, la enfermedad, la ciencia y el amor. Una complejidad casi casi tan paradójica, inconcebible y difícil de definir como los mismos agujeros negros.

Fuente: Josepmaria Anglès (www.taconline.net)