Dirección: Rebecca Miller

Intérpretes: Robin Wright Penn, Mike Binder, Alan Arkin, Winona Ryder, Ryan McDonald, Cornelius West, Maria Bello, Tim Guinee, Shirley Knight, Keanu Reeves, Julianne Moore, Monica Bellucci, Blake Lively

Guión: Rebecca Miller

Duración: 98 min.

Público apropiado: Adultos

Género: Drama

Por decine21

 

La-vida-privada-Pippa-LeePippa se ha trasladado a vivir con Herb, su marido, a una zona residencial donde domina la gente mayor. El propio Herb, editor, es ya un anciano, que saca bastantes años a su esposa. Mujer complaciente, Pippa trata de agradar siempre a las personas de su entorno. Pero no siempre ha sido así. Mientras somos testigos de su evolución en la actualidad, sucesivos flash-backs nos la muestran primero niña con su neurótica madre, influencia mayor que la del padre, pastor de una iglesia cristiana. Y siguen esas «vidas privadas», que incluyen la estancia, siendo una jovencita, en casa de su tía lesbiana Kate, con la curiosa influencia de la compañera fotógrafa de piso, de gustos sadomasoquistas, o la entrada en su existencia de Herb, en una época en que se atiborraba a pastillas.

 

Rebecca Miller, guionista, directora y autora de la novela «Las vidas privadas de Pippa Lee» -por uno de esos caprichos incomprensibles, la distribuidora española ha singularizado «las vidas privadas»- entrega una historia que gira alrededor de Pippa Lee, con elementos tragicómicos de gran patetismo, que recuerdan a las películas de Noah Baumbach (Una historia de Brooklyn, Margot y la boda), por citar ejemplos recientes en que se describen familias desestructuradas y personajes egocéntricos, y al mismo tiempo con buena cabeza. El hecho de que la protagonista sea sonámbula se convierte en metáfora de tantos «ejemplares» humanos que andan por la vida con los ojos cerrados, sin vivir la vida plenamente.

 

Miller maneja bien la compleja estructura argumental, pero lo que nos entrega resulta bastante deprimente. Pinta gracias a un atinado reparto -estupendos Robin Wright Penn y Alan Arkin- una variada galería de personajes, donde llama la atención el desequilibrio dominante, se echa en falta alguien medianamente normal. Los momentos fuertes, sobre todo la muerte, sirven para el acercamiento catártico, pero queda la duda al espectador de si tal efecto tendrá su prolongación en el tiempo.