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Las redes sociales no daban la felicidad… ¿y ahora sí?

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Muchas cosas cambian en seis años: esa podría ser la primera conclusión del recientemente publicado estudio de Common Sense Media titulado Social Media, Social Life [2], sobre uso y consumo de medios digitales por parte de los jóvenes entre 13 y 17 años en Estados Unidos. La idea de la investigación era establecer una comparación entre el año 2012 y la actualidad.

 

Aunque dicha exploración está circunscrita a los adolescentes de este país norteamericano (fueron entrevistados alrededor de 1,200), no deja de ser interesante y útil dar una mirada a las cifras que arroja. En parte porque lo que allí sucede, en el campo de la tecnología como en tantos otros, acaba difundiéndose después en muchos lugares del mundo.

 

El primer dato interesante es la confirmación de una tendencia conocida: Facebook está a la baja entre los usuarios jóvenes [3]. Si en 2012 la red social de Zuckerberg era la más usada por el 68% de los jóvenes, hoy en día esa cifra ha caído hasta el 15%. (El primer lugar actualmente lo ocupan Snapchat e Instagram, con 41% y 22%, respectivamente).

 

Hay un dato que llama especialmente la atención: el de los adolescentes que tienen Smartphone. Por un lado, por la abismal diferencia con respecto a 2012. Y por otro, porque ya sabemos que es precisamente el uso del Smartphone lo que ha traído consigo otras consecuencias: la proliferación de algunas aplicaciones, la percepción que tienen los jóvenes acerca del modo preferido de comunicarse, siendo cada vez menos propensos hacia la interrelación cara a cara.

 

Como decíamos, la diferencia es notable: si en 2012 el 41% tenía Smartphone, en 2018 esa cifra se eleva hasta el 89%. ¿Esto qué significa? Que nueve de cada diez adolescentes tiene acceso al mundo digital a todas horas, en cualquier lugar. En ese orden de ideas, esta otra estadística no sorprende: en 2012, 34% de los jóvenes usaba las redes sociales más de una vez al día. Hoy en día la proporción asciende al 70%, incluyendo a un 16% que afirma estar conectado “constantemente”.

 

Pero la cifra que más impacta, quizás por más inesperada, es la que se refiere a la percepción de felicidad que ofrecen las redes sociales. A diferencia de hace unos años [4], los adolescentes son más propensos a afirmar que éstas les hacen sentirse mejor: un 25% afirma sentirse menos solo, un 16% menos deprimido, un 12% menos ansioso, un 20% más confiado, un 18% con más autoestima, un 21% más popular.

 

Todo lo anterior, a nivel de cifras. Si quisiéramos ir más allá de los números, una clave de lectura la ofrece el propio Common Sense en su informe. Lo que se percibe en este cambio de percepción se ve de modo particularmente claro entre la población juvenil en situación vulnerable: es decir, aquellas personas que por situaciones familiares o sociales pueden tener dificultades de autoestima. Lo que se puede entrever es que el uso que hacen de los medios digitales es sobre todo una salida, un paliativo para atenuar una difícil situación personal concreta en su vida real.

 

Las cifras que encontramos en este informe de Common Sense son, sobre todo, una invitación a la reflexión. Si tantas cosas han cambiado en seis años, ¿dónde acabaremos en los seis próximos? ¿Esta tendencia a preferir la comunicación digital en detrimento de las relaciones personales, será una inclinación propia de la edad, o supondrá un cambio social profundo cuando las personas de esta generación sean adultas? Son cuestionamientos relevantes, que vale la pena hacerse.

 

Si cada padre y cada profesor se encarga, con amabilidad y creatividad, de suscitar el diálogo con los adolescentes, la puerta de la comunicación se mantendrá siempre abierta. Sabemos que una cosa es la percepción de felicidad, y otra cosa es la felicidad misma. Si ayudamos a los jóvenes a entender mejor lo segundo, la influencia que tendrán las redes sociales en lo primero desaparecerá por su propia ausencia de peso.