Lo ha dicho Pilar Rahola y las carcajadas se están oyendo en Vladivostok: que lo que le ha pasado a ‘La Noria’ es «fascismo». O sea, que es «fascismo» que los espectadores protesten por una indecencia, que los anunciantes se vean obligados a reaccionar y que el culpable de la indecencia reciba un castigo. Doña Pilar sabrá. O no. Hay gente -demasiada gente- que llama «fascismo» a cualquier cosa que no le gusta, ya se trate de actitudes, colores, ideas o fenómenos meteorológicos. Pero esto que ha pasado en ‘La Noria’, sinceramente, no veo qué tiene en común con el «fascismo». Y ya disculpará usted que insistamos tanto en el tema, pero es que esto de ‘La Noria’ es lo más importante que ha sucedido en la televisión española en los últimos años: que la presión de los espectadores sobre los anunciantes lleve a un programa al borde de la aniquilación es algo completamente inédito. Hasta ahora las cadenas hacían lo que les daba la gana, y los anunciantes, por su parte, parecían impermeables a los efectos sociales de la tele, como si la publicidad fuera ajena a los contenidos. La posición de los anunciantes era comodísima: yo pago y me olvido de lo que hagan con mi dinero. Eso alimentaba la impunidad de los comunicadores sin prejuicios: «mientras haga ruido, tendré audiencia y por tanto tendré publicidad», se decían a sí mismos. Y en efecto, así ha venido funcionando el negocio. Hasta hoy. Por eso digo que este jaleo de Jordi y la madre de ‘El Cuco’ es lo más importante que ha pasado en nuestra tele desde hace años. Estamos asistiendo a un fenómeno que puede cambiar radicalmente las reglas del juego. Para empezar, los espectadores, ese eterno sujeto pasivo de la televisión, encuentran un instrumento para convertirse en sujeto activo. Simultáneamente, los anunciantes, esa masa neutra de dinero sin olor ni color, empiezan a verse en la obligación de dar una respuesta moral sobre sus inversiones. Y en consecuencia, los comunicadores tendrán que pensárselo dos veces antes de sobrepasar los límites. Esto no es «fascismo». Esto es, simplemente, una gran noticia.

Fuente: J.J.Esparza (El Diario Vasco, 20-11-2011)