Hablemos claro: no se puede decir que Mad Men sea una mala serie, pero, de ahí a decir que es una de las mejores series de la historia hay un trecho. Su encumbramiento mediático (no olvidemos que ha ganado cuatro veces consecutivas los premios Emmy) y la alta popularidad entre el público han sobredimensionado una serie con algunos logros, pero también con puntos flojos. La verdad, si me preguntan si me gusta Mad Men mi respuesta será sí. Pero si la pregunta es si está en el podio más alto que ocupan series como The Wire o Los Soprano mi respuesta es, claramente, no.

En los siguientes puntos, intentaré explicar porque Mad Men no me parece una serie tan valiosa como se dice.

La serie creada por Matthew Weiner es excelente cuando retrata la vida en la agencia, el día a día del publicista y sus quehaceres, aunque se queda corta retratando el papel perverso que (especialmente en esa época) desempeña la publicidad como motor del consumo más absurdo y vacuo. En una escena de la tercera temporada alguien susurra a Don Draper cómo no se siente como un monstruo haciendo lo que hace. Pero, se queda en un susurro…

Un punto muy flojo de Mad Men es su tendencia al folletín amoroso, o directamente al culebrón, y el encumbramiento de Don Draper como galán promiscuo. ¿Qué aportan los incontables ligues de Don? ¿Qué explican las 4 o 5 novias que tiene por temporada? Como decía el periodista Victor Lenore en una entrevista reciente: “Donald Draper se parece bastante al hombre ideal de las novelas de Corín Tellado”. No puedo estar más de acuerdo.

Parece que uno de los planteamientos básicos de Mad Men es explicar una parte de la historia de los Estados Unidos  (la consecución de los derechos civiles de la población negra, la liberación de la mujer, el asesinato de Kennedy…) a través de las aventuras en la agencia Sterling Cooper. Muy al estilo de películas como Forrest Gump. Este propósito es parcialmente fallido. Y digo parcialmente porque la serie está salpicada de buenos momentos en los que se exploran problemáticas reales con buena puntería (por

ejemplo, en ese capítulo de la primera temporada en el que Don se enfrenta a sus contradicciones en una fiesta con beatniks amigos de su amante progre). Pero la tónica general no es esa. Mad Mense parece más a Cuéntame. Una serie en la que todo lo “conflictivo” es un telón de fondo, un escenario en el que todo ocurre, pero que nunca salpica el primer plano.

Como consecuencia de lo que comento en el punto anterior la serie es muchas veces, como dijo Los Angeles Times, “un espacio extraño y encantador entre la nostalgia y la corrección política”. Me sobran los adjetivos, pero la definición me parece buenísima. En Mad Men hay demasiada nostalgia por un mundo (supuestamente) más elegante y maravilloso y una gran voluntad de querer contar el mundo sin mancharse las manos. A veces, me pregunto si es por esa depuración política (los negros son sirvientes y no se quejan, las mujeres son objetos y, como mucho, ponen mala cara…) que el mundo Mad Men se percibe tan perfecto…

Para finalizar, solo querría añadir una cita de Daniel Mendelsohn que me parece muy precisa: “La serie es más melodramática que dramática. Con esto quiero decir que, en su mayor parte, es como un culebrón. La serie genera y acto seguido resuelve sucesivas crisis personales (adulterios, abortos, embarazos, affairs interraciales, alcoholismo…), en vez de explorar, de una manera creíble, conflictos generados por la colisión entre personalidad y situación.”

 

Fuente: Marc (www.qvemos.com)