Loca, fastuosa, divertida y perfecta para desconectar. Una demostración de ese cine americano que tantas alegrías da a sus fans y que hace a la industria de Hollywood merecedora de su fama.

Crítica Operación Fortune: el gran engaño

El prolífico Guy Ritchie (Sherlock Holmes) dirige esta coreográfica película de acción. En ella, la trama se establece al compás inicial de unos andares decididos. Después, todo va deslizándose sin mayor problema. Los bailarines se encuentran, se cruzan y se distancian en cada misión. Y, cómo no, desde la primera escena se intuye el final perfecto y es entonces cuando el espectador únicamente debe dejarse llevar por la pista de baile.

En Operación Fortune la historia es inverosímil pero no nos importa. Lo que importa es que queremos disfrutar de ella porque está bien hilvanada y bien filmada, porque nos divierte y porque sus habitantes nos conquistan. Al frente de la misión está un hombre neurótico (Orson Fortune, interpretado por Jason Statham), rodeado de gente complaciente que le sigue el ritmo y le consiente. Se trata de un equipo tan divertido y variopinto como eficaz.

Y, cuando todo parece estancado y la cinta corre el riesgo de volverse repetitiva, aparece el malo en escena (Greg Simmonds interpretado por Hugh Grant), que tampoco es tan malo. Y siguen las acrobacias en exteriores, en interiores, en barcos, en aviones, en ascensores o en cualquier lugar rodeado de lujo.

Como cabe esperar, en Operación Fortune: el gran engaño el humor es uno de los instrumentos que mejor encaja, junto con la ambientación elegante, las magníficas persecuciones y las siempre victoriosas peleas del protagonista. Y sí, quizá toda la operación es un tremendo engaño. Una apariencia de maquillaje y efectos especiales, pero cómo se disfruta siendo engañado con toda la parafernalia de Hollywood.

Firma: Mar Pons