Sinopsis

Amaia acaba de ser madre y se da cuenta de que no sabe muy bien cómo serlo. Al ausentarse su pareja por trabajo unas semanas, decide volver a casa de sus padres, en un bonito pueblo costero del País Vasco y así compartir la responsabilidad de cuidar a su bebé. Lo que no sabe Amaia es que, aunque ahora sea madre, no dejará de ser hija.

La vida que te toca

Amaia y Javi se estrenan en Madrid como padres primerizos, acaban de tener su primera hija, Ione. Con empleos precarios, ella teletrabaja para una agencia de comunicación, y él es técnico de iluminación en obras teatrales, lo que le obliga a frecuentes viajes. Alrededor del parto los padres de Amaia, Begoña y Koldo, han echado un cable, pero toca volverse al pueblo donde viven, en el País Vasco. A Amaia le toca lidiar con el bebé, mientras intenta seguir teletrabajando y aguantar las ausencias de Javi. Demasiada presión, ante la que se viene abajo, finalmente se irá a casa de sus padres, que le echan una mano. Pero volver a convivir con ellos, y pasar en la práctica por algo parecido a una separación marital, le cuesta. A lo que se suma una nueva circunstancia, cuando la salud de Begoña se resiente.

En España casi se ha convertido en tradición que las óperas primas de nuevas directoras sean historias íntimas y familiares, que beben de la experiencia personal y respiran autenticidad. La lista es larga, pero se pueden citar a modo de ejemplo Verano 1993Viaje al cuarto de una madre y Las niñas. Ahora llega, suma y sigue, Cinco lobitos, con la que se estrena en el largometraje Alauda Ruiz de Azúa, guionista y directora, y que le ha supuesto ser premiada en el Festival de Málaga.

Sorprende el pulso firme con que Ruiz de Azúa maneja su historia, centrada en cuatro personajes, cinco si contamos al “lobito” bebé. La cineasta tiene el acierto de no caer en la sensiblería, ni de ser demasiado obvia, y es muchas veces no hace falta explicitar las cosas para ser harto elocuente. De modo que el film recurre con acierto a la elipsis, a buen entendedor pocas palabras bastan.

Frente a tantas películas a cuyos responsables se les llena la boca de igualdad o feminismo, aquí vemos a mujeres que toman las riendas de sus vidas, lo que en tantas ocasiones significa, nada más pero nada menos, que vivir, como se dice literalmente, “la vida que te toca”, que al final es también, podríamos añadir, «la vida que eliges». No se puede tener todo, hay que tomar decisiones, conocer el valor de la palabra “sacrificio”, tan denostada en nuestros días, y darse cuenta de que las cosas valen la pena cuando se hacen por amor.

La película teje bien las relaciones de personajes, singularmente entre Begoña y Amaia, pero también de ésta con su padre Koldo, del matrimonio de los padres, de la joven y frágil pareja, apuntando a lo mucho que une una criatura recién nacida, que berrea y no deja dormir, pero que despierta sentimientos inefables, y forma parte de un proyecto común. No hay que ofrecer extensas listas de agravios, o desarrollar subtramas de antiguos amores, discusiones sin fin, o del sinsabor del dolor y la enfermedad. Basta sugerir, mostrar una mirada o pintar una reacción intempestiva, indicativas de que la procesión va por dentro. Definitivamente muchas veces menos es más, y se parece bastante a la realidad. El reparto está muy bien, desde luego ellas, mujeres fuertes, Laia Costa y Susi Sánchez, pero también ellos, Ramón Barea y Mikel Bustamante, que componen personajes que se esfuerzan por estar a la altura.