Años 80. Galicia. La reconversión de la pesca ha dejado a una parte de la flota gallega en tierra y cientos de armadores endeudados. No hay trabajo. En los muchos pueblos de pescadores que recorren la costa gallega, la falta de ingresos y los pagos cotidianos estrangula las economías familiares. Es el caldo de cultivo perfecto para que se produzca la gran transformación: los antiguos traficantes de tabaco dan el salto a algo más grande, más lucrativo, pero mucho más peligroso: las drogas.

Después de series como The Wire, Breaking Bad o Narcos hacer una serie sobre el tráfico de drogas es muy arriesgado. El nivel está muy alto y la exigencia es máxima. Por eso que Fariña haya logrado satisfacer a crítica y público es muy destacable. “Esto no es Colombia. Estos es Galicia: ¡Aquí llueve”” grita Sito Miñanco en uno de los primeros clímax de la serie. Ese momento define el sello propio que han conseguido imprimir el clan gallego de la televisión compuesto por Ramón Campos, Gema R. Neira y Carlos Sedes (Gran Reserva, Velvet, Bajo sospecha). La dicción gallega del reparto suena natural aunque no deja de ser un poco forzada (en Galicia, como en casi ningún sitio, no se dice las primeras tres palabras en un idioma y el resto de la frase en otro). La mayor parte de los actores son gallegos y hacen un trabajo brillante. Javier Rey (ganador del premio al mejor actor en el pasado Festival de Málaga) retrata a un Miñanco líder y astuto, Marta Larralde es Nieves, su esposa y Pepito Grillo. Tristán Ulloa es el perseguidor infatigable del narcotráfico gallego, un personaje que no tiene precio: un auténtico sheriff del lugar que conoce los modos de manejarse en esos pueblo del norte de España. Tanto la planificación como el guión de la serie logra que la ficción sea interesante de principio a fin. 10 capítulos de poco más de 1 hora que en ningún momento pierden el interés por una investigación en la que no hay tantos muertos como en Colombia, pero el delito se encubre con un talento similar. La música y las localizaciones contextualizan muy bien la historia en un ambiente rural muy concreto: el de la década de los 80 en pueblos pesqueros de la costa que la droga supone una tentación tan asequible como engañosa para consumidores y traficantes. El principal acierto de Fariña sobre otras series sobre narcotráfico es que es diferente, auténtica y refleja con detalle el sufrimiento que genera la droga en la sociedad. En otras ficciones no se profundiza en que es una adicción que maltrata al que la consume y a la familia, y se acaba frivolizando sobre la figura del narco que termina siendo un ambicioso avispado perseguido por una sociedad hipócrita que consume sus productos. En Fariña es muy atinado el protagonismo que cobra esa sociedad cívica de mujeres que se rebeló contra esos señores de la droga idolatrados en muchos pueblos de Galicia. Tenía miedo de que la serie se convirtiese en una hagiografía más de Baltasar Garzón y su más que cuestionable Operación Nécora. Así parecía que iba a ser en el episodio piloto de la serie dónde se le presentaba como el gran héroe en la lucha contra el narcotráfico. En el desarrollo de Fariña hay más matices aunque sin animo de ofender al juez condenado por prevaricación en el caso Gurtel. A la serie le han dado la mejor promoción posible. El libro de Nacho Carretero en el que está basada la historia fue secuestrado por orden de un juez de todas las librerías. Además las noticias del telediario no ha dejado de actualizar lo que se cuenta en la serie: entrada y salida de Miñanco en la cárcel, atraco en la casa de los Charlines, demanda impuesta por Laureano Oubiña a los creadores de la ficción… Con un 23% de audiencia en España en varios capítulos y casi el doble en Galicia, esta ficción ha sido la serie nacional más comentada en redes sociales en los últimos meses. Además en mi opinión es una de las mejores ficciones policíacas que se han realizado en nuestro país.