Aunque el pequeño Grégory murió en Docelles, un pueblecito francés, hace 37 años (el 13 de octubre de 1984), la investigación de su asesinato sigue llenando horas y horas de informativos y programas de de investigación. Netflix sigue alimentando su enorme contenedor audiovisual de docuseries sobre este tipo de casos, en su mayor parte conocidos únicamente en su país de origen. El caso es tratado con sensibilidad y un acertado espíritu crítico, mostrando las manipulaciones sensacionalistas de los medios y jueces-estrella que investigaron el caso. La documentación es abundante, pero está expuesta con claridad al espectador, sin perder en ningún momento el interés.
Con respecto a otras docuseries de este perfil hay menos vísceras y un metraje más ajustado a la historia. No hay capítulos superfluos o redundantes, aunque se echa en falta algo más de profundidad en algunas vías de investigación. El uso del cuervo como metáfora inquietante es aterrador e impactante, y las entrevistas a los protagonistas son breves y significativas. Le falta algo más de ritmo en los capítulos intermedios, cuando parece que el número de sospechosos de reduce demasiado, y la investigación parece encallar. Aún así la inesperada aparición de Marguerite Duras es uno de los giros más sorprendentes que he visto en los últimos años en docuseries. Por otro lado, el magnetismo de la fotografía del pequeño Gregory, así como la relación de sus padres contra viento y marea es muy valiosa.
Firma: Claudio Sánchez