País: Estamindos Unidos Creador: Joe Penhall Intérpretes: Jonathan Groff, Holt McCallany, Hannah Gross, Sonny Valicenti, Anna Torv Duración: 1 temporada de 10 capítulos de 50 minutos Cadena de emisión: Netflix Público apropiado: + 18 años (XD+) Calificación: 6´5

 

La batuta de David Fincher

En los años 70 el FBI empezó a utilizar la psicología para comprender mejor la mente de los asesinos en serie que parecían multiplicarse en aquellos años. Se pretendía lograr una prevención de riesgos, determinar algunas pautas de conducta de los futuros depredadores sociales antes de que fuese demasiado tarde.  El agente John E. Douglas junto con Mark Olshaker recogieron en el libro Mind Hunter: Inside FBI´s Elite Serial Crime Unite las entrevistas a criminales tan tristemente populares como Charles Manson, Ted Bundy o Ed Gein.

De ese libro nace esta serie creada por Joe Penhalm, un guionista acostumbrado a adaptar al cine novelas de autores de tanto prestigio como Ian McEwan (El invitado) o Cormac McCarthy (La carretera). Pero todos los comentarios sobre esta ficción televisiva han subrayado el patrocinio de David Fincher que ha ejercido las funciones de productor y director de 4 capítulos. Es evidente que el prestigio del director de El club de la lucha o La red social y productor también de la serie House of Cardsha ayudado a que los medios le dediquen especial atención.

Fincher ya abordó argumentos protagonizados por asesinos en serie con resultado desigual. Con su segunda película, Seven (1995), dejó clavado en la butaca a toda una generación. Morgan Freeman y Brad Pitt eran los detectives complementarios, y Kevin Spacey, el sociópata diabólico. La película fue un éxito mayúsculo de crítica y público. En 2007, con Zodiac, obtuvo una taquilla raquítica y buenas críticas, aunque no tan contundentes como en Seven.

Mindhunters es una serie que empieza mal. Sus dos primeros capítulos, dirigidos por Fincher, son criticados incluso por los que finalmente han sobrevalorado la serie. No hay casi nada persuasivo en estos primeros episodios centrados en agentes del FBI y asesinos de perfil bastante anónimos. Lo más destacable de estos inicios es una especie de mujer fatal desconcertante interpretada por Anna Torv (Fringe), que se convierte en la novia del protagonista. Es una estudiante de posgrado sensual de pensamiento muy cercana al neomarxismo de la revolución sexual de Marcuse.

En esta relación de pareja se resumen los errores de una serie que siempre está por debajo de sus posibilidades. En un guion que debería mostrar la complejidad de las tinieblas más oscuras del ser humano hay argumentaciones muy débiles, conclusiones evidentes y descripciones toscas de caracteres, casi todas ellas fundamentadas en las perversiones sexuales de los personajes. Hay que reconocer que la serie tiene una ambientación lograda, un reparto desconocido brillante y un mérito importante en no parecerse a la multitud de novelas, películas y series sobre asesinos en serie. Pero el precio que paga es excesivo.

Si uno compara a los grandes detectives y asesinos de El silencio de los corderos o la citada Seven, con los perfiles de esta serie, la diferencia es gigante. Mindhunter tiene algunos retratos muy inquietantes como ese peculiar director del colegio que hace cosquillas en los pies a sus alumnos en vez de castigarles, pero no llega a ser lo impactante que debería. Se insiste reiteradamente en que las personas que analizan a este tipo de criminales pueden acabar asumiendo una manera de pensar con ciertas similitudes. Pero nada que ver con la sugestiva mirada de Truman Capote en A sangre fría o en series recientes como The Jinx, Happy Valley o las dos primeras temporadas de Luther.

El final de la serie es un efectismo muy Fincher en el peor de lo sentidos, en la línea de Perdida, Millenium y House of Cards. Es un estilo que tiene su público fiel que adora todo lo que hace este cineasta. No me incluyo en ese grupo. Y creo que Mindhunter está muy lejos de la maestría de Seven. Sólo hay que comparar los títulos de crédito de la película, sobrecogedores, y los de la serie, rutinarios.

Claudio Sanchez