De origen humilde, la mujer del presidente de Argentina Juan Domingo Perón murió a los 33 años en 1952 dejando huérfano a todo un país. La película Evita (1996) ya había acertado a la hora de transmitir la exagerada devoción del pueblo que la consideraba una santa.

Esta nueva serie de Rodrigo García (hijo del novelista Gabriel García Marquez), tiene un buen comienzo que mezcla intriga, drama y un poco de comedia argentina con dosis considerables de ironía. Los militares, que acaban de deponer en el poder a Perón, no saben que hacer con el cadáver de la joven mitificada para no incrementar el grado de adoración popular. Ernesto Alterio interpreta al militar al que se le ordena enterrar al cuerpo en medio de la nada. Este gran actor de comedia no da con la tecla de un personaje definido con trazo grueso en el guion. Algo parecido sucede con Evita, al que da vida la estupenda actriz Natalia Oreiro (Gilda, no me arrepiento del amor).
La serie se estanca con demasiada frecuencia, con carencias de ritmo e imaginación notables. Rodrigo García lleva muchos años lejos de su mejor momento como director y guionista en series como En terapia, o películas como Nueve vidas o Cosas que diría con solo mirarla. La atracción sexual que provoca el cadáver de Evita es un aspecto tan enfermizo y reiterativo que termina por evidenciar que hay poco que contar. O al menos que no hay demasiado interés en explicar una de las figuras políticas más mediáticas del siglo XX en todo el mundo.
En definitiva, una historia mayor minimizada en un guion gris, con unos personajes histriónicos o planos, y una planificación anónima que no salvan la notable producción y el acertado reparto.
Firma: Claudio Sánchez