En 2017 Ridley Scott estrenó una de sus películas más insulsas: Todo el dinero del mundo. Con un reparto espectacular no logró insuflar vida al mediático relato del secuestro del nieto del multimillonario John Paul Getty III en 1973. Prácticamente la película fue comentada porque Kevin Spacey fue sustituido a última hora por Christopher Plummer con motivo de los escándalos sexuales que esos días aparecían casi diariamente en la prensa nacional.

El prestigioso director británico Danny Boyle y el guionista Simon Beaufoy decidieron que esa historia real merecía una gran serie, así que convencieron a tres productoras norteamericanas y empezaron a desarrollar la historia. Los dos cineastas habían quedado muy satisfechos en sus colaboraciones anteriores (la oscarizada Slumdog Millonaire, 2008, y 127 horas, 2010), y decidieron involucrarse plenamente en el proyecto.  Danny Boyle dirigiría los 3 primeros capítulos y Simon Beaufoy escribiría el guion de los 10 capítulos junto a otros guionistas. Para el reparto contaron con estrellas como Donald Sutherland, Hillary Swank o Brendan Fraser, así como algunos actores italianos tan prestigiosos como Luca Marinelli (Martin Eden).

Hay que reconocer que Danny Boyle imprime su sello visual en los tres primeros capítulos pero también los principales excesos de zafiedad de la serie. La vida de los Getty es un retablo de vicios pero esa narración reincidente de los capítulos iniciales es un lastre. Una vez liberado ese peso la serie tiene personalidad y muchas capas de lectura sobre la avaricia y su capacidad para aniquilar una familia desde sus cimientos.

La interpretación y el guion son espléndidos, aunque algo más de concisión en los capítulos finales se hubiese agradecido. La música de James Lavalle (Push) y la fotografía de Christopher Ross (Yesterday) dan a la serie el ritmo y la brillantez que pedían esta gran historia.