Quien diseñó el mando a distancia no fue consciente de que esa magnífica herramienta, que nos permite curiosear sin fatiga, podría transformarse en el gran enemigo de ciertas personas: En primer lugar, de las familias. Un estudio realizado en Inglaterra concluye que las parejas llegan a discutir más de una vez al día y por razones triviales. Uno de los primeros puestos de conflicto lo ocupa la posesión del mando a distancia, verdadera representación del poder doméstico. Ese aparatejo supone un riesgo para los responsables de ciertas cadenas.

La tarde de La 2 está dedicada a espacios de divulgación que, aunque sean plato de gusto de minorías, llegan a sumar algunas decenas de miles delante de la pantalla. Este martes, por ejemplo, el segundo canal de la pública española dedicó su reportaje de media tarde a un espacio en el que, tomando como base la vida de una centroeuropea nacida en los años treinta, se daba un repaso a los grandes avances de la tecnología en esos años. La añagaza servía para mostrar cómo las ciencias han avanzado hasta el punto de conocer cuáles son los procesos por los que nuestro cerebro accede al conocimiento e, incluso, por qué obtiene satisfacción con el aprendizaje. En un momento, uno de los científicos se descuelga con una sentencia demoledora: «Si nos limitamos a ver la tele, nuestras capacidades cognitivas se atrofian».

No están las cosas como para que nos suelten un reproche a media tarde. La solución es probar si el mando nos pone a buen recaudo y nos lleva a territorios en los que no se nos amoneste y, a ser posible, nos den la razón: De La 2 a Antena 3, de ahí a la Cuatro, a Telecinco. A la misma hora en que la pública mostraba el interior del cerebro, en el programa en que reina Belén Esteban, por ejemplo, hablaban de otra parte de la anatomía humana, esa que sufre hemorroides. No es broma. Están tan desorientados en esa cadena que usan esas pomadas para eliminar las ojeras. Quienes verdaderamente debieran temblar ante las posibilidades del mando a distancia son los propietarios de las cadenas.

Fuente: LUCÍA MARTÍNEZ ODRIOZOLA (El Diario Vasco, 26.01.11)