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Tres anuncios en las afueras

Ficha:

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El odio que mata

 

 

Una historia impactante y devastadora, aunque también catártica, al estilo de Manchester frente al mar [25]. Es una de esas películas de las que se agradece disponer sólo de la información justa acerca de su trama, antes de su visionado, para degustarla con la mayor intensidad posible.

Mildred Hayes, una mujer de cierta edad, pasa a diario con su vehículo por una vieja carretera sin apenas tránsito automovilístico. Tres grandes vallas publicitarias destartaladas, donde nadie anuncia nada, a las afueras de Ebbing, Missuri, le sugieren una idea. Tras un acuerdo con la agencia que las gestiona, insertará en ellas tres incendiarias frases que van a revolucionar a la población, poniendo en jaque de modo especial a los agentes de la comisaría local, y en especial a su sheriff, Bill Willoughby, que padece una enfermedad terminal.

El británico de origen irlandés Martin McDonagh [7] da un paso hacia la madurez con Tres anuncios en las afueras de Ebbing, Misuri, tras su prometedor debut en el largo con Escondidos en brujas [26], y el cine dentro del cine que contenía Siete psicópatas [27], que eran una curiosa mezcla de thriller y comedia al estilo Quentin Tarantino [28], aunque con personalidad propia y una cierta reflexión sobre la condición humana. Aquí, de nuevo asumiendo los roles de director y guionista, mantiene su interés por indagar acerca de aquello que mueve a las personas; y aunque no renuncia en ocasiones al recurso del humor negro, lo hace con acentos más dramáticos y terribles.

Porque aborda el modo en que las personas encajamos las tragedias, que más o menos grandes, no faltan en la vida de cada uno. En el caso que nos ocupa, un suceso familiar terrible ha convertido el alma de Mildred en un hervidero de odio y desconfianza, un veneno que afecta también a sus seres queridos, su hijo y su ex marido, que solía maltratarla. No falta además la enfermedad que aqueja al sheriff Bill, incomprensible humanamente, cuando la suya es una familia feliz, su esposa y sus hijitas le quieren mucho; o la rabia del racista y violento agente Jason Dixon, asfixiado por la sombra de su dominante madre anciana, a la que le toca cuidar. Hay una especie de agotamiento y desesperanza ante las decepciones que nos producen las personas, y aunque al fondo late la idea de que sólo el amor nos redime y nos da la paz, su interiorización, se nos viene a decir, supone un camino largo y tortuoso, que no siempre se llega a recorrer con acierto.

Sorprende la solidez de la trama urdida por McDonagh, que huye en todo momento de lo previsible a la hora de mostrar cómo evolucionan los acontecimientos, hace gala de la rara virtud de respetar la inteligencia del espectador, no recurre a trucos malabares difíciles de aceptar, y las explosiones o cambios en el carácter de los personajes resultan razonables, aunque a veces sean tremendos. La línea argumental principal, que nunca se pierde, sirve además para presentar una amplísima galería de tipos humanos, muy bien descritos con unos pocos rasgos.

Estamos ante una de esas películas que merecerían un premio al conjunto de su reparto, todos los actores, aun los que tienen papeles pequeños, están sobresalientes: Frances McDormand [8] es la mujer que parece una roca, aunque está rota, con un carácter arisco que recuerda a su composición de la insoportable Olive Kitteridge [29]; Woody Harrelson [9], un actor que mejora con el paso de los años, interpreta a un sheriff lleno de humanidad, capaz de tomar una decisión terrible; Sam Rockwell [10] atrapa a la perfección a quien podía ser un buen detective, y está cayendo en el abismo; e igualmente bordan sus interpretaciones, aunque tengan poca presencia en pantalla, Peter Dinklage [11], John Hawkes [14], Lucas Hedges [17], Zeljko Ivanek [19], Abbie Cornish [12]