Imaginen un niño de Primaria que está haciendo los deberes con una tableta entre sus manos, Internet abierto en la pantalla del ordenador, los mensajes de WhatsApp reclamando su atención y, para completar el cuadro, la televisión encendida de fondo. ¿Será productivo su tiempo de estudio?

Las actividades que hacemos a diario, según los expertos, se pueden clasificar en dos categorías: por un lado, las actividades automáticas que el cerebro realiza de una forma mecánica, como respirar o caminar. Por otro, las actividades que requieren prestar una atención consciente, como aprender a programar o a tocar un instrumento.

Los psicólogos coinciden en que la inmensa mayoría de las personas presentan serias dificultades para llevar a cabo dos procesos cognitivos al mismo tiempo, sobre todo los que se procesan en la misma región cerebral. Por ejemplo, cuando atendemos por el móvil una llamada sobre una cuestión que exige concentración, tendemos a reducir la velocidad de nuestras pisadas hasta casi detenernos en la acera. El cerebro trata de alternar con éxito ambas acciones aunque, finalmente, concede prioridad a la más apremiante.

Catherine L’Ecuyer, investigadora y divulgadora educativa, explica el fenómeno de la siguiente manera: “La ejecución de varias tareas implica cambiar con rapidez de una tarea a otra, en lugar de realizarlas a la vez. El cambio de tarea depende de la función ejecutiva del cerebro, que posee la habilidad para controlar a qué estímulos queremos prestar atención. Es importante que seamos conscientes de que no estamos haciéndolas en paralelo, más bien estamos enfocando y desenfocando la atención”.

Pero el proceso de enfoque-desenfoque no es automático y, además, tienen un alto coste añadido para la persona. Según David Meyer, científico cognitivo de la Universidad de Michigan, realizar actividades simultáneas no solo provoca una disminución en la velocidad en la ejecución de las actividades sino que también aumenta posibilidades de cometer errores.

Detrás del afán por hacer varias tareas a la vez, a menudo subyace una mala habilidad para gestionar con cabeza la agenda e incluso para encontrar tiempo para el ocio. La psicóloga y socióloga Sherry Turkle, autora del libro “Alone Together”, señala que los multitaskers se caracterizan por compartir una falsa sensación de productividad: “La multitarea productiva es un mito. No es una buena idea hablar por el móvil mientras se conduce: al intentar centrarse en dos cosas a la vez, disminuirá su tiempo de reacción”.

Algunos autores han bautizado a nuestra época como la Revolución de la Información y a la generación de niños nacidos en el cambio de milenio como nativos digitales. A finales de los años setenta el economista y politólogo norteamericano Herbert Simon, ganador del premio Nobel de Economía, ya anunciaba que, en un mundo con información abundante, se produciría escasez de aquello que la información consume: la atención de los receptores. Pero, a pesar de la percepción popular, el hábito patológico de la multitarea parece estar hoy restringido a una minoría personas.

LECCIÓN DE SILENCIO
Aparte de la actividad física, María Montessori insistía en la importancia de la “lección de silencio”, que era una especie de juego para que el niño aprendiera a inhibir y controlar sus emociones. La pedagoga italiana recomendaba la realización de ejercicios diarios para que los niños supieran relajarse y organizarse con autonomía desde una edad temprana. Es bueno que los padres establezcan en casa un momento concreto, consistente en cinco minutos sin ruido, para planificar el día, reflexionar sobre los acontecimientos o simplemente “escuchar” el silencio.