Estaba claro, la fórmula del ‘Me gusta’ ha terminado por imponerse en todos los aspectos de nuestro devenir digital.

Tengo la sensación de que la simpleza que conlleva ‘dar muestra de nuestra opinión’ apretando un botón, nos conduce inexorablemente hacia la creación de un ‘mundo de confort hiperdimensionado’. O, dicho de otra manera, corremos el riesgo de convertirnos en una raza de seres alienados, vagos y procrastinadores.

La paranoica tendencia de emitir una valoración condensada en un click, está transformando las formas y los fondos de comunicarnos. Cada vez escribimos menos, y de este modo cedemos el valor de nuestra opinión a la lectura interesada de quienes transforman nuestros clicks -en su mayoría automáticos e irreflexivos- en fuente de crédito y rentabilidad.

El dicho ‘tanto gustas, tanto vales’, parece que se consolida como axioma marketiniano de la comunicación. Un planteamiento que puede terminar distorsionando la esencia de ‘lo social’ -conversación, opinión, generación de contenido, etc.-, transformándola en un modelo de ‘comunicación por impulso automatizado’ -y cuya banalidad además, indexa-.

Es muy posible que mi visión parezca exagerada, pero últimamente tengo la sensación de que las redes se están convirtiendo en un mero escaparate de apariencia, en el que la ‘cultura del esfuerzo’ empieza a no tener lugar, dando paso a un entorno de aparente comodidad.

La evolución tecnológica está ayudando en ese proceso. Los esfuerzos para convertir el ‘click’ en una fórmula de venta directa, en vehículo de satisfacción instantánea del usuario, parece que son el camino hacia el que nos dirigimos -basta destacar el éxito de Pinterest-… Pero, lo preocupante no es el hecho de que podamos acceder al placer de forma directa y sencilla, ni mucho menos.

Lo que realmente debería preocuparnos es que el poder -que parecía que habíamos adquirido los prosumidores, gracias a nuestra capacidad para opinar e incidir sobre el valor de los productos y las marcas-, está sucumbiendo a los cantos de sirena del ‘Me gusta’.

De seguir así, el futuro nos deparará un escenario en blanco o negro, sin matices. El valor de nuestro criterio podría ir reduciéndose paulatinamente, hasta quedar minimizado a un click.

Basta echar un vistazo a la acción con la que ilustro este post. Una iniciativa que transforma la esencia del ‘me gusta’ en una interesante y novedosa forma de venta directa… pero que, al mismo tiempo, convierte al usuario en una especie de ‘bebé digital’, que llora cuando tiene hambre y que recibe su recompensa de manera automática… Sin esfuerzo.

Imaginemos un mundo plagado de botones, a través de los cuáles obtendríamos la satisfacción a todas nuestras necesidades…

Imaginemos un mundo donde la opinión muera seducida por la comodidad de no tener que pensar…

Imaginemos que exagero…

Imaginemos, por un momento, que tengo razón.

 

Fuente: Diana González (http://dianagonzalez.visibli.com)