Mar Coll nació en Barcelona en 1981 y se formó en la ESCAC entre 1999 y 2003. Forma parte de un grupo de directoras catalanas que ha seguido la estela de Isabel Coixet como Carla Simón o Elena Trapé. Antes de hacer televisión había realizado dos películas con mucha personalidad: Tres días con la familia (2009) y Todos queremos lo mejor para ella (2013). En ambas trataba sobre personajes de clase media acomodada con dificultades notables para conectar con la familia y la sociedad. Individuos que lo tienen todo y no tienen nada.

Matar al padre, la nueva serie de Movistar, incide en esta patología que consiste en ser infeliz sin motivos aparentes. Gonzalo de Castro interpreta a Jacobo Vidal un padre responsable que ronda los 50 años y que tiene todo aquello que se considera “imprescindible”: salud, dinero, una mujer dulce y fiel, dos hijos guapos e inteligentes…

Desde la primeras escenas nos damos cuenta que Jacobo es un personaje confundido con su edad, su carácter y su familia. Le vemos como un adolescente preparándose para montar en bici como si tuviese quince años. Es histriónico, manipulador y un especialista en decir lo más inconveniente en el peor momento y con el tono más desacertado.

Esta serie fue presentada en el pasado Festival de Málaga donde pude entrevistar a los creadores de la serie. Me hablaron de una miniserie que habían utilizado como referencia: la magnífica Olive Kiterridge, protagonizada por Frances McDormand. Aunque en mi opinión es superior la serie de HBO, reconozco que hay varias semejanzas entre estas series. Lo más destacable es que sitúan toda la atención en un protagonista detestable, algo muy arriesgado ya que el espectador puede quedar desconcertado ante la falta de empatía. Es algo que ha funcionado muy bien en el cine con actores como Jack Nicholson (Ahora o nunca, Mejor imposible), Bill Murray (St. Vincent) o la citada Frances McDormand (Tres anuncios en las afueras de Ebbing, Missouri). La ventaja de estas historias es que había mucho humor y un considerable redención del personaje insoportable.

En Matar al padre hay humor y evolución del protagonista, aunque en menor cantidad que merecería un personaje con tantos ataques de intolerable falta de sensibilidad. La serie tiene diálogos fantásticos y un reparto estupendo que sabe manejarse en la extravagancia con mucha naturalidad, pero termina cansando la insistencia y radicalidad de su planteamiento inicial. No se llega a comprender la inmensa paciencia de la mujer y los hijos ni la ceguera del padre que apenas cambia en el modo comunicarse con los demás.

Matar al padre es una serie distinta que demuestra que Mar Coll es una gran narradora y mejor creadora que todavía debe dar algunos pasos hacia la consolidación dramática y la sugerencia de sus imágenes.

Sobre el crítico

Claudio Sánchez de la Nieta

Crítico de cine y televisión de iCmedia, Aceprensa y Fila Siete. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.