A sus 83 años, el cineasta Marco Bellocchio tiene una vitalidad artística envidiable. En 2019 presentó la excelente El traidor, una de las mejores películas de su filmografía y sin duda una de las más premiadas. Entonces contaba una historia real que conmocionó Italia: la declaración de Tommaso Buscetta en los años 80 ante el juez Falcone, traicionando a la Cosa Nostra en un hecho histórico que marcó el futuro de la mafia italiana.

Ahora le toca el turno al secuestro y asesinato del presidente Aldo Moro en 1978, que Bellocchio rueda con una sencillez y sobriedad que busca mantener al espectador atento a los detalles más humanos de la intimidad de los personajes. Los 6 capítulos de la serie ofrecen diferentes enfoques complementarios de los hechos, aunque cada uno deja diferentes grados de satisfacción. Los personajes de Aldo Moro y su mujer son evidentemente los mejor caracterizados, con unas interpretaciones sensacionales de Marguerita Buy (Fuera del mundo, Viajo sola) y Fabrizio Gifuni (Felices sueños, La mejor juventud). El Papa Pablo VI es otro personaje fundamental, que en este caso ha sido confiado a Toni Servillo (La grande belleza, Fue la mano de Dios), al que hay que agradecer su contención, pero el registro dramático que le propone el guion tiene un tono traumático y oscuro con escasas variaciones. Una lectura bastante plana y reduccionista de un personaje fundamental, íntimo amigo del presidente Aldo Moro.
Aunque la serie mantiene el interés en todo momento y deja algunas destellos de mucho talento, especialmente en la interpretación y el guion, el resultado final deja la sensación de haber desaprovechado en parte una gran oportunidad. Se echa de menos una explicación más completa del personaje de Andreotti, de las Brigadas Rojas o el famoso pacto histórico entre democristianos y comunistas que impulsó Aldo Moro, y que fue el principal motivo de su secuestro y posterior asesinato. Una serie correcta pero que deja más sombras que luces.
Firma: Claudio Sánchez