Yo confieso (1953)
El sacerdote atormentado
Otto Keller, emigrante alemán que ejerce como sacristán en una iglesia de Quebec, intenta cometer un robo en la casa de Willet, un abogado para quien trabaja como jardinero. Pero como le sorprende con las manos en la masa, acaba asesinándole. Tras el suceso, el sacerdote Michael William Logan le descubre en la iglesia, y el asesino pide ser escuchado en confesión. Como dos niñas vieron de lejos a un tipo embutido en una sotana el día del crimen, saliendo del lugar de los hechos, la policía sospecha del padre Logan, quien no puede desvelar el nombre del culpable, pues está obligado a guardar el sagrado secreto del sacramento de la confesión.
Alfred Hitchcock incide en uno de sus temas favoritos, el del falso culpable, en esta impecable adaptación de la obra teatral de Paul Anthelme, que incomprensiblemente no está considerada una de las mejores películas del mago del suspense, quizás por la gran cantidad de obras maestras de su filmografía. El film contiene pasajes de fuerte sabor expresionista, donde el mago del suspense crea intriga con la fotografía nocturna en blanco y negro y la cámara inclinada. Montgomery Clift realiza una deslumbrante interpretación, como sacerdote angustiado ante el complejo dilema moral que acecha a su personaje. Educado en un colegio de los Jesuitas, Hitchcock trata con una profundidad encomiable temas propios del catolicismo como el respeto al sacramento del matrimonio, el celibato o la culpa, que suelen aparecer frecuentemente en su filmografía.
Especialmente sutil es la subtrama romántica, entre Montgomery Clift y Anne Baxter, que interpreta a Ruth, la mujer de la que estaba enamorado antes de ser ordenado sacerdote. Pero él se marcha a la guerra y ella piensa que nunca volverá, por lo que acaba casándose con otro hombre. Cuando finalmente regresa a casa, el personaje de Montgomery Clift encuentra a su amada casada con otro, pero ella duda con su deber matrimonial, y concierta una cita con su antiguo amor sin contar su condición matrimonial. Este hecho provocará la desgracia, pues el abogado Willet les sorprende juntos, y acaba chantajeando a la pareja. El agente de policía que investiga el caso, formidable Karl Malden, está convencido de que el chantaje sería el móvil que habría llevado al padre Logan al asesinato.
En El agente secreto (1936) y Encadenados se ven situaciones matrimoniales parecidas, con personajes femeninos (Madeleine Carrol e Ingrid Bergman) casadas por circunstancias con hombres a los que no aman. Para el protagonista, el padre Logan, un ser humano vulnerable, a pesar de sus firmes creencias religiosas, la dificultad estriba en mantener su honestidad y sus votos religiosos. De hecho, da la impresión de que no le cuesta tanto mantener el secreto de confesión y ser injustamente acusado, como superar el amor que todavía siente por una mujer casada.
Desayuno con espionaje
Especialmente sobresaliente resulta la escena del desayuno, cuando la esposa del asesino sirve café a un sacerdote y al padre Logan, para intentar adivinar si va a delatar a su marido o no. Éste habla con el otro cura de cosas intrascendentes, mientras la señora pasa una y otra vez a su lado, intentando adivinar en qué está pensando. «Es fundamental en la puesta en escena que el diálogo diga una cosa y la imagen otra. Ocurre así en el mundo real. Las personas no van por ahí narrando en alto sus pensamientos más profundos. A veces intercambiamos palabras triviales mientras tratamos de adivinar algo más profundo en la mirada de nuestro interlocutor», comenta Hitchcock, sobre esa escena, en el libro ‘El cine según Hitchcock’.