Magnolias de acero (1989)
Mujeres coraje
Una celebración de la vida, la familia y la amistad. Herbert Ross lleva al cine una obra teatral de Robert Harling, adaptada por el propio autor. Es una de las piezas teatrales más representadas de los últimos tiempos, por su agudeza y su lucidez. Los diálogos son brillantes y la acción discurre con fluidez. Verdaderamente la obra alcanza altísimas cotas de humanidad y emotividad.
Con una estructura fácilmente distinguible en tres actos, la trama se desarrolla en torno a una boda, la de Shelby, con los preparativos de los festejos, también en el salón de belleza que regenta Truvy, lo que permite la presentación del resto de personajes, y singularmente la del resto de amigas: la madre de Shelby, Lynn, dos amigas-enemigas irreconciliables, Clairee y Ouiser, y la recién contratada por Truvy en su salón Annelle; la segunda parte gira en torno a la maternidad de Shelby, que había sido desaconsejada por los médicos por la frágil salud de la recién casada debido a su diabetes; mientras que el desenlace se precipita tras el trasplante de riñón al que se somete Shelby, con su madre como donante del riñón.
Con unas actrices maravillosas –Shirley MacLaine, Olympia Dukakis, Sally Field, Julia Roberts, Daryl Hannah y Dolly Parton– están soberbias, el film atrapa con delicadeza el alma femenina –a veces forjada con un acero del que no pueden presumir los hombres–, pero no sólo eso, pues hay abundantes reflexiones acerca de los grandes temas que en la vida importan y ayudan a tener algo parecido a la felicidad.
Con gran naturalidad se reflexiona acerca de las dificultades que asoman al matrimonio, y las decisiones que ayudan a la unión de la pareja, y hay realismo en reconocer en que siempre habrá diferencias y motivos de desencuentro entre él y ella, aunque sugiriendo que todo se puede encauzar, por ejemplo, teniendo un hijo. Está presente la fe, la oración, el acudir a Dios, con distintas sensibilidades. Se apunta a que éste es un valle de lágrimas, pero que hay que sabe reír. Verdaderamente hay escenas brillantes, en que se logra un dificilísimo equilibrio al pasar del llanto a la risa. Y hay un inteligente uso del subtexto, a veces una idea apuntada al principio, resuena más tarde en otro fragmento, por ejemplo la broma de los hermanos de Shelby de adornar el coche de recién casados con globos hinchados que son condones, luego reverbera en la maternidad que podría ser arriesgada de Shelby, y que preocupa a su madre Lynn, y las risas de los hermanos son llanto más tarde, cuando la salud de ella se deteriora.