Sing Street (2015)

Sobrevivir con música

El talento, o se tiene, o no se tiene. Al irlandés John Carney no le falta en absoluto. En 2007 encandiló nada menos que a Bob Dylan y Steven Spielberg con una pequeña gran película de actores desconocidos, Once, que aunaba música y emociones en feliz maridaje. Seis años después probó con Begin Again que aquello no había sido flor de un día, aunque esta vez acudió a un reparto de intérpretes populares, y alguna declaración extemporánea –llegó a pedir perdón por lo dicho sobre la actriz principal– dio a entender que se encontraba más cómodo en una película donde los oropeles de la popularidad no tuvieran tanta presencia. Se entiende pues que Sing Street conecte más con Once, aunque se nota que el presupuesto es holgado, para empezar porque entre otros, en la producción ha contado con los hermanos Weinstein. Hasta podría entenderse que la inclusión de una escena homenaje a Regreso al futuro, además de un guiño, es una cita velada a esa pugna personal entre las películas pequeñas en las que no existe tante presión, y las propiciadas por los grandes estudios.

La complicada adolescencia. Los amigos. El abusón. El primer amor, quizá, el gran amor. La época de soñar en grande, de los proyectos e ilusiones. Y de las primeras colisiones con la dura realidad: obstáculos, comportamientos irracionales, decepciones… Los padres, presencia y ausencia, el no-entendimiento, la pena. Los hermanos. Carney, que dirige y firma el guión en solitario, maneja maravillosamente estos temas. Por supuesto también en las canciones, que se funden en lo que se cuenta, y donde ha vuelto a contar con la voz de colaboradores de otras ocasiones, como Glen Hansard y Adam Levine; además cuenta con canciones de grupos y cantantes que inspiran a los chicos de la banda, The Cure, The Jam, The Blades, o sirven para bromear, Genesis y Phil Collins.

Por la cuestión dublinesa y la época, el film podría hacer pensar en The Commitments, de Alan Parker. Aunque Carney, aun tocando temas serios y de calado, evita ser deprimente –toda la narración está salpicada de momentos amables y de suave humor– o hacer sangre con el hecho de que las cosas no sean a veces como uno quisiera, domina la esperanza y la visión romántica, la idea de que uno puede conseguir aquello que se propone, pero claro, hay que intentarlo. Esto puede advertirse en el resentimiento que aflora hacia los errores del catolicismo irlandés, plasmados en el colegio y algún comentario, aunque la escena idealizada de Regreso al futuro podría hacer pensar, al igual que con otros personajes, en un cura director del colegio más «molón», capaz de dar volteretas e impartir bendiciones en plan “cool”.

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