Aunque está demostrado que escuchar música puede aportar muchos beneficios y es algo muy entretenido y edificante, no debemos perder de vista que hay géneros musicales que por sus letras y sus ritmos no son recomendables. Y de un modo particular hay que evitar que los niños y los adolescentes los escuchen, ya que su cerebro y su personalidad se están moldeando.

MARTA PEÑALVER – https://www.revistamision.com/como-nos-afecta-la-musica-que-escuchamos/

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Seguramente haya una canción que le recuerde a un momento concreto de su vida y otra que con sólo escucharla le haga torcer el gesto. Y es que la música es capaz de mover nuestro corazón, de emocionarnos hasta el extremo o de hacernos llorar como a un niño pequeño. Sabiendo el poder que tiene la música, está en nuestra mano elegir intencionalmente qué pensamientos, sensaciones y estados de ánimo provocar en nuestro interior con las canciones y los ritmos musicales que escogemos.

Música y cine

Un ejemplo claro de cómo la música puede llegar a nuestro corazón y a nuestro cerebro es el cine. Las bandas sonoras han sido claves en el cine desde el nacimiento de este. Las escenas cambian mucho en función de la música que las acompaña. La música refuerza la carga emocional de las imágenes y puede dotar a cualquier escena de un toque romántico, siniestro, tétrico, agobiante… De la misma manera alguien puede dejarse llevar por distintas emociones en función de la música que escucha en cada momento.

Una persona puede dejarse llevar por ciertas emociones en función de la música que escucha

Alerta al reguetón

Hoy asistimos a un momento en que la música comercial y las más escuchadas son en muchos casos poco o nada recomendables. Que la música sea moderna no es malo en sí mismo, pero es cierto que los valores que predominan en muchos aspectos de la cultura actual son contrarios a las buenas costumbres y a la fe. Pongamos el ejemplo del reguetón. Por un lado, tiene una vertiente doctrinal, pues  “muchas de sus canciones lanzan mensajes que llevan a la sensualidad, a la aceptación de los placeres, al pecado, al odio, a la violencia, etc.” , explica el hermano Esteban Taboada, EP, que posee estudios superiores de Música. Por otro lado, este ritmo tiene una vertiente de gran pobreza intelectual, pues usa un lenguaje vulgar y expresiones soeces y mal formuladas que no hacen más que minar el intelecto de quienes lo escuchan.

Pero no sólo debemos atender a las letras.  “Sus ritmos pegadizos y repetitivos crean por un lado tensiones corporales” , comenta el hermano Taboada y, por otro, hacen que, con escucharlas tan una sola vez, sus rimas queden clavadas en nuestro cerebro o que incluso nos veamos cantando algunos de esos versos sin saber siquiera dónde los hemos escuchado. De algún modo este tipo de música se mete en nuestra cabeza sin preguntar; por ello no debemos abrir una rendija a introducirla entre nuestro repertorio. Tampoco podemos olvidar que no hay canción moderna que se precie sin un videoclip donde, en muchos casos, se exagera la sensualidad, la opulencia o la violencia.

“Hay melodías que basta con escuchar una vez para que se queden clavadas en nuestro cerebro”

Cuidado con el rock

Pero el reguetón no es el único género musical que deja secuelas en nuestra alma. Durante muchos años el rock ha sido uno de los estilos musicales más escuchados. Y aunque no podemos generalizar, sí es bastante común entre las bandas de rock incluir letras en sus canciones y símbolos en sus conciertos y discos que hacen alusión al diablo. Desde la década de los 80, muchos de los grupos más conocidos de este género incluyeron en sus letras y en los títulos de sus álbumes referencias al demonio. Algo que, lejos de ser inocuo, abre puertas al maligno a las que ningún cristiano debería acercarse.

Estos ritmos “escapan generalmente de los cánones de armonía y de belleza propios de la música”, asegura el hermano Taboada, y explica que de ahí en ocasiones escuchar cierto tipo de música “cause malestar físico, mental, psicológico por el hecho de que predomina en ellas un desorden armónico y rítmico”.  Y lo compara con comer un plato en el que se mezclen todo tipo de sabores:  “Si a un hombre le das una comida que mezcla ácido con amargo, con dulce, con sal y con azúcar, al final causa un rechazo, un malestar corporal. Lo mismo pasa cuando no se cumple esa armonía de los sonidos: causa malestar”.

Artículo publicado en la edición número 75 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.