Las pantallas se han vuelto protagonistas en la vida de nuestros hijos. Esta realidad cobra especial relevancia durante la preadolescencia y adolescencia, etapas donde los jóvenes buscan naturalmente mayor privacidad e independencia.
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Como padres, tenemos el desafío de proteger su seguridad digital sin coartar su crecimiento en autonomía y responsabilidad personal. Esta tensión entre protección y libertad nos lleva a considerar herramientas de control parental como aliadas durante estos años formativos.
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Antes de recomendar sistemas de control concretos, ofrecemos 7 pautas para implementar controles parentales efectivos y cultivar hábitos saludables en el hogar.

1. La conversación debe ser el primer paso

Los preadolescentes y adolescentes responden mejor a límites que comprender, transformando lo que podría percibirse como imposición en colaboración consciente.

Involucrar a los jóvenes en estas decisiones requiere tener conversaciones -no una, sino varias- donde hablemos de cómo están utilizando las pantallas, qué dificultades se están encontrando, qué les gusta de las aplicaciones que más usan, cómo les gustaría utilizarlas y un largo etcétera.

Una buena manera de que entiendan estos límites es explicando tú mismo los que, como adulto, te auto-impones. Cómo luchas por tener un uso equilibrado de las pantallas y cómo hay veces que, aun queriendo, las aplicaciones están tan bien hechas que te atrapan*.

2. El ejemplo de los adultos

No sirve de mucho hablar sobre límites si nosotros mismos no los practicamos. ¿Cómo van a entender la importancia de desconectar si nos ven responder correos durante la cena, revisar WhatsApp en medio de una conversación o dormir con el móvil en la mesita?

Arthur Brooks, experto en felicidad y profesor de Harvard, lo expresó de esta manera en una entrevista en El PaísNo les importa lo que digas. No te van a escuchar. Tienes que modelar exactamente lo que quieres ver en ellos.

Compartir con ellos nuestras propias dificultades para autorregularnos puede generar empatía. Contarles cómo a veces también sentimos la tentación de quedarnos “un vídeo más”, o cómo nos proponemos no tocar el móvil durante una hora al llegar del trabajo. En definitiva, no se trata solo de poner filtros en sus dispositivos, sino de construir un estilo de vida familiar donde las pantallas estén en su sitio.

3. Gestionar el mundo de las redes sociales

Las redes adquieren importancia creciente durante la adolescencia, sirviendo como espacios de conexión con amigos y exploración de identidad. Aunque la mayoría establece 13 años como edad mínima, la decisión final sobre la preparación de cada hijo debe ser tuya.

Cuando consideres apropiado el acceso a redes sociales, es crucial implementar medidas de seguridad y fomentar una relación equilibrada con estas plataformas. Una buena idea es abrir con ellos su primera cuenta, enseñarles a configurar su privacidad e interesarte por las cuentas que quieren seguir.

El vicepresidente de Neurotecnología de la Sociedad Española de Neurología, David Ezpeleta, explicaba en un artículo de El Mundo (5 de junio de 2025) la importancia de no dejar solos a los niños frente a las pantallas. “Dejar los dispositivos a los niños sin control parental junto a la permisividad de vagabundear por el contenido de las redes sociales, son acciones que dañan la plasticidad de un cerebro en pleno desarrollo”.

Para niños, el bloqueo completo de redes sociales suele ser la opción más prudente. Durante la adolescencia los expertos coinciden en que lo ideal es evitar el uso de redes sociales y, si se van a introducir. Una buena forma de empezar es con un límite claro, no más de 30 minutos al día.

4. Tecnología con propósito: más allá del consumo pasivo

No todas las pantallas son iguales. Parte de educar en el mundo digital es ayudarles a distinguir entre un uso pasivo —scroll infinito, consumo compulsivo de vídeos— y un uso activo o creativo. Programar, diseñar, aprender un idioma, editar vídeos, escribir en un blog o crear música: todo eso también es tecnología.

Plantear esta distinción en casa puede cambiar radicalmente la conversación. ¿Para qué usamos la tecnología? ¿Qué nos aporta? ¿Qué nos roba? Fomentar un enfoque crítico desde pequeños les ayuda a no ser simples usuarios, sino protagonistas de su experiencia digital.

 5. Tiempos y espacios libres de tecnología

Establecer períodos regulares sin dispositivos beneficia el desarrollo saludable. Una rutina nocturna que bloquee dispositivos desde las 21:00 hasta las 7:00 horas, de domingo a jueves, puede promover un descanso de calidad sin distracciones digitales.

El filósofo y pedagogo Gregorio Luri expresó en una reciente entrevista que los niños duermen mal porque se van a la cama sin estar cansados. Y eso tiene repercusiones en su desarrollo. La higiene del sueño no es negociable: deben dormir 9 horas, si hace falta.

La mesa, el coche, el baño y la habitación y las primeras y últimas horas del día son buenos lugares para empezar a establecer “zonas libres de pantallas”. Esto permite recuperar conversaciones, silencios y vínculos que no caben en una pantalla.

6. Enfoque progresivo para adolescentes

A partir de los 15 años, muchos adolescentes pueden beneficiarse más de un sistema de avisos que de normas estrictas. En lugar de bloquearles todo, es mejor ayudarles a gestionar su propio uso, sin dejar de estar atentos como padres. Por ejemplo, recibir notificaciones sobre cuánto tiempo pasan en ciertas apps permite intervenir si hace falta.

El objetivo no es que obedezcan por miedo al castigo, sino que aprendan a controlarse a sí mismos. Para lograrlo, hay que darles poco a poco más responsabilidad y acompañarlos para que tomen conciencia de sus hábitos.

7. La importancia del acompañamiento invisible

No siempre es necesario estar encima. A veces, los mejores controles parentales no se notan: revisar de vez en cuando su historial de navegación o su lista de apps instaladas puede formar parte de un acompañamiento silencioso, que no invade, pero sí observa.

Hay una diferencia entre espiar y acompañar. El espía busca pillarle. El acompañante busca comprenderle y protegerleMantener esa mirada de confianza, incluso cuando surgen conflictos, es lo que sostiene la relación a largo plazo.

Cada familia debe adaptar estas estrategias a sus circunstancias particulares, recordando que el objetivo final no es controlar por controlar, sino formar ciudadanos digitales responsables, conscientes y libres.

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