Nostalgia (2022)

Perdido en territorio conocido

Tras cuatro décadas de ausencia, en las que ha vivido en Egipto y se ha convertido en un próspero hombre de negocios felizmente casado, Felice Lasco vuelve solo a su Nápoles natal, para cuidar de Teresa, su anciana madre. Se trata de un auténtico reencuentro con su pasado, donde aparte de buscar un mejor alojamiento para Teresa, patea las calles del barrio Sanità, charla con el párroco que, enfrentado a la Camorra, hace una ingente labor social, y con otros vecinos, y recuerda su intensa amistad con Oreste Spasiano, truncada trágicamente, no han vuelto a verse y el antaño amigo ahora se ha convertido en un mafioso. Felice incluso se plantea volver a establecerse en Nápoles de modo permanente con su esposa.

Martone despliega de modo maravilloso la narración, haciendo que el espectador se identifique con el protagonista, en su extrañamiento inicial inmerso en un ambiente por el que no se movía desde hace tantos años, donde parece que el tiempo se ha congelado, y en el cuidado amoroso de la madre, con cierto sentimiento de culpa por no haberla visitado antes. Y logra que nos pique la curiosidad con puntuales flash-backs en que estrecha el ancho de la pantalla, para mostrar al Felice disfrutando en la moto con su amigo del alma Oreste, que le defendió frente a los típicos abusones, pero que ya apuntaba maneras violentas. Además, resulta muy atractivo el dibujo que se hace de don Luigi, con quien se encuentra por primera vez mientras celebra misa en la calle, en la puerta de la iglesia, denunciando a la Camorra, y que luego le atiende en los momentos de pena, y en aquellos en que la mala conciencia pesa, siempre con enorme delicadeza, incluso cuando pide paso la indignación. La jornada que pasa con el cura, visitando el barrio y siendo testigo de su labor social, es de un costumbrismo entrañable. También resulta muy intenso el reencuentro con Oreste. Quizá en el conjunto del film, y aunque pueda verse como razonable, deja con mal cuerpo el desenlace, en parte porque el planteamiento fatalista es con frecuencia un recurso algo fácil y aun tramposo.

Nápoles tiene fama de ciudad fea, pero lo cierto es que Martone con su operador de fotografía Paolo Carnera le arranca imágenes muy bellas, jugando con los desniveles urbanos, las iglesias, las callejuelas y, por supuesto, las catacumbas. Pierfrancesco Favino soporta muy bien el peso de su papel protagónico, mientras que los dos personajes que toman o retoman importancia en su vida, don Luis y Oreste, están bien encarnados por Francesco Di Leva y Tommaso Ragno. Tiene también mérito Aurora Quattrocchi, en su papel de anciana aparentemente más fácil y pasivo, y el resto del reparto brilla a gran altura, hasta los roles más breves están encarnados con gran naturalidad por los actores, se notan los orígenes teatrales de Martone y los grupos de interpretación que formó, uno de ellos Teatri Uniti con Toni Servillo.

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