
El castillo de cristal (2017)
Preocupante despreocupación
Una historia real, basada en las memorias de una de sus protagonistas, Jeannette Walls. Cuenta en dos tiempos la historia de una familia disfuncional. En la actualidad, Jeannette adulta vive en Nueva York, es periodista, y está a punto de casarse con David, que se dedica al mundo de las finanzas. No es lo que habrían querido sus nada convencionales padres, Rex y Rose Mary, que la criaron a ella y a sus cuatro hermanos de un modo bastante heteredoxo, viajando de acá para allá por California y Arizona, sin permanecer nunca demasiado tiempo en ningún sitio. Aunque a primera vista se podría considerar aquello como una audaz forma de educación de unos espíritus libres, el que no acudan a la escuela, la pobreza y una mala alimentación, la despreocupación de la madre pintora y la utopía del alcohólico progenitor de que les va a construir un día una casa estupenda, un “castillo de cristal”, constituyen un marco nada aleccionador, en que a Jeannette le toca madurar antes de tiempo, y donde los hermanos se irán posicionando en la vida cada una a su modo.
Esto es lo que se dibuja poniendo el acento, dentro del cuidado cuadro familiar de los Walls, en la relación entre padre, magnífico Woody Harrelson con su volcánico carácter inconformista, e hija –interpretada con talento a distintas edades por Chandler Head, Ella Anderson y la mentada Larson–. En algunos pasajes oscuros –la relación de Rex con su madre, una influencia perniciosa que le ha marcado–, se sabe apostar por la delicadeza, y ello sin ocultar la realidad de que nadie es perfecto, y que a veces las perversiones anidan en lo que debería ser el lugar más seguro y acogedor, el propio hogar.