
Quo vadis, Aida? (2020)

El genocidio de Srebrenica
11 de julio de 1995. La población de Srebrenica, de mayoría musulmana, huye en masa y a la desesperada ante la inminente llegada de las tropas serbobosnias del general Ratko Mladic. La ONU les ha prometido protección en su base y una respuesta militar que frene la llegada del ejército agresor, pues están en una zona declarada “segura” por las Naciones Unidas. Entre los trabajadores de la ONU se encuentra la intérprete Aida Selmanagic, que junto a su marido y sus dos hijos también ha abandonado su casa de Srebrenica.
El guión escrito por la propia Jasmila Zbanic sigue a la protagonista Aida en su afán por mantener cerca a su familia, al amparo de los “cascos azules” holandeses, un intento que da explicación de la dolorosa ironía del titulo del film, Quo vadis, Aida? Está bien mostrado el agobio por encontrarlos entre la masa de personas que se agolpa en el exterior de la base de la ONU, sus gestiones para conseguir su entrada, las dificultades por ocultarlos de las milicias serbias, a veces desesperadas, sus ruegos por hacerlos pasar por agentes internacionales, etc. El espectador espera con expectación el éxito de sus afanes, al tiempo que Zbanic muestra la situación inerme y descorazonadora del resto de la población, sin comida, sin agua, a la intemperie. Las filas en los autobuses, la segregación entre hombres y mujeres, la obligada y tremenda sumisión de los bosnios conducidos a un destino incierto recuerda y mucho a las prácticas nazis con respecto a los judíos, al igual que la prepotencia de las tropas serbias parecen un trasunto del ejército de Hitler. Basta una mirada para saber lo que está pasando.
Quo vadis, Aida? supone una crítica demoledora de la ONU. Se denuncia su inoperancia, su ineptitud y la bobalicona ingenuidad a la hora de mediar en el conflicto y de mantener a raya las ansias asesinas del General Mladic. La pantomima de la reunión es pavorosa, con esas paternalistas palabras del militar serbio ante unos oyentes que saben que es capaz de matarlos allí mismo, sobre la mesa. Pero uno no sabe si es todavía peor constatar que los mandos de la ONU estaban por entonces… de vacaciones. Aquella era una guerra que, al parecer, no interesaba.
