El ultimátum de Bourne (2007)

La verdad te hará libre

Perfecto colofón a la saga del desmemoriado ex asesino profesional Jason Bourne, inspirada, bastante libremente, en las novelas de Robert Ludlum. En esta ocasión Bourne va a llegar hasta el final a la hora de averiguar cómo se convirtió en agente de la CIA, dentro de un proyecto supersecreto del gobierno estadounidense; el primer eslabón de la cadena que le guiará a la verdad es un periodista de The Guardian, que está publicando en el diario londinense un reportaje sobre el caso Bourne; sus diversas averiguaciones llevarán a Bourne desde Moscú a París, Londres, Madrid, Tánger y Nueva York. De modo que la trama se convierte en una especie de increíble y vertiginosa montaña rusa, integrada por peleas, persecuciones y explosiones, con algunas “paradas de contacto humano”, momentos no precisamente de relax. En efecto, esas “paradas”, lejos de disminuir el ritmo de la cinta, contribuyen a reforzar su atmósfera desasosegante, pues casi siempre son tensas conversaciones, telefónicas o “vis-à-vis”, donde los interlocutores tratan de averiguar las intenciones del otro, al modo de una caza del ratón y el gato, donde no se sabe exactamente quién juega qué papel.

Como ya hiciera en El mito de BournePaul Greengrass imprime un tono realista –por así decir– a la historia, acudiendo a los recursos de documentalista que tan buenos resultados le dieron en Domingo sangriento. Lo que significa un vibrante montaje, que ayuda a hacer bueno el inteligente guión de Tony Gilroy y compañía, y un buen uso de la cámara en mano, que resulta especialmente eficaz, contra pronóstico, en los primeros planos, donde el temblequeo, más perceptible de lo normal, contribuye a aumentar el nerviosismo del espectador. Lo que significa al final un ritmo casi siempre excelente, con un manejo maestro del suspense, aunque alguno de los “pasajes humanos”, como la visita de Bourne al hermano de su novia muerta, poco aporten a no ser a la extensión de la humanidad del protagonista. A cambio, hay que reconocer que hay cierta capacidad de riesgo en el encuentro final entre Jason y su «creador», que habla de la responsabilidad de las personas en sus acciones, más allá de argumentos falaces como el de «la obediencia debida».

Dentro de la eficaz intriga, subyace un claro mensaje de contenido político, que se puede resumir en un “no todo vale a la hora de combatir el terrorismo”, “hay unas reglas básicas que las personas con conciencia saben que deben respetar”. Una idea claramente patente en el enfrentamiento de los personajes de David Strathairn y Joan Allen. El reparto cumple de nuevo a la hora de encarnar a sus personajes, tanto los viejos conocidos –por supuesto Matt Damon, al que le van “al pelo” estos personajes ambiguos–, como las nuevas incorporaciones, entre las que destacan, además de la del citado Strathairn, las de Albert Finney y Paddy Considine.