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Recomendable, intensa, interesante y más que correcta. Y sobre todo, una buena manera de acercarse a esta figura imprescindible del famoso político Winston Churchill.

 

Por: Esther Rodríguez

Churchill es, seguramente, uno de los personajes más grandes e importantes de toda la Historia y, desde luego, del siglo XX. Hacer una película sobre él es una misión casi tan imposible como llevar a la pantalla El Quijote.

Jonathan Teplitzky y Alex von Tunzelmann aciertan, por tanto, en su propuesta al acotar la trama a menos de una semana; cuatro días que son, con todo, intensos y emblemáticos dentro de la Segunda Guerra Mundial.

En tan breve lapso de tiempo, los realizadores se proponen describir algunos de los aspectos más relevantes del político: su sincera preocupación por sus soldados y la población civil, su reverencia a la Corona, su carácter pasional y malhumorado, la inagotable capacidad de trabajo, lo brillante de su mente, las malas jugadas de la depresión que padecía y el férreo apoyo de su mujer. Todo ello aparece claramente contado, con gran riqueza formal, un envidiable diseño de producción y unas interpretaciones más que notables, especialmente las de Brian Cox y Miranda Richardson.

En aras de la intensidad y el impacto del relato, Teplitzky y von Tunzelmann no se preocupan excesivamente por el rigor histórico y, en ocasiones, parecen estar más pendientes del encanto de las localizaciones que de su verosimilitud. Ese preciosismo hará que pierdan pie en la última escena, alargándola en exceso y estropeando la belleza del final.

Resumiendo: recomendable, intensa, interesante y más que correcta. Y sobre todo, una buena manera de acercarse a esta figura imprescindible de nuestra Historia.