La educación española tiene capacidad para mejorar mucho, sin que haya que esperar largos años. Esta es la conclusión de un informe sobre el sistema educativo español que ha elaborado la consultora McKinsey.

España no aprovecha los indicadores de rendimiento, porque los resultados no son trasparentes y homogéneos

Los malos resultados de la educación española en las sucesivas pruebas PISA, unidos al último dato oficial del fracaso escolar –la tasa se ha estancado en un 25,9% después de años de caída– han llevado a algunos a hablar de una especie de “defecto congénito” de la educación española, algo parecido a lo que ocurre con la tasa de paro, tradicionalmente más alta en España que en otros países de la zona. Sin descartar algunos factores estructurales, el informe de McKinsey propone algunas reformas que podrían cambiar la situación.

En concreto, el estudio concluye que, en un periodo de menos de 10 años, la educación española podría situarse 20 puntos por encima de donde está ahora en la prueba PISA, que es el indicador que el informe toma como referencia. El informe señala algunos ejemplos de crecimiento significativo y rápido, como los de Japón, Turquía, México y Hungría, que partían de resultados en PISA muy diversos.

Este es ya el tercer informe que la consultora McKinsey dedica a la comparación de las políticas educativas de éxito en el marco de la OCDE. Este es el primero que se centra en el caso español, pero lo hace valiéndose del horizonte que le proporcionan los dos anteriores. (Se pueden consultar los dos anteriores en estos enlaces: 2007 y 2010, el segundo en inglés).

El profesor español comienza con un salario medio comparativamente alto, pero luego tiene poco margen para crecer

Ni el PIB ni la inmigración valen de excusa

Uno de los datos que sirven de base al análisis de McKinsey está tomado de un estudio de la propia OCDE: solo un 16% del rendimiento educativo está relacionado con los factores “estructurales” (ajenos al sistema educativo y de difícil cambio) como el PIB y el porcentaje de alumnos inmigrantes. En cambio, un 20% depende de los procesos educativos del centro y un 18% de la formación de los profesores, lo que abre un importante margen de mejora. Por otra parte, el informe de McKinsey –como ya han hecho antes otros a nivel nacional e internacional– constata que la inversión económica no tiene una gran influencia en la calidad de la educación más allá de un umbral que España supera desde hace tiempo. De modo que la posibilidad de mejora permanece casi intacta a pesar de la crisis y los recortes, siempre que los recortes no afecten a los tres campos en los que el estudio considera que hay que hacer las reformas.

El primer campo de reformas tiene que ver con la evaluación del propio sistema educativo. En opinión de los autores, España no aprovecha los indicadores de rendimiento, y no porque no disponga de ellos –PISA, la EGD (Evaluación general de diagnóstico, de periodicidad anual) y las distintas pruebas autonómicas, como la CDI en Madrid– sino porque los resultados no son transparentes, homogéneos o accesibles para quien deberían serlo.

En segundo lugar, la escuela española debería profesionalizar más a sus profesores y directivos. Profesionalizar significa, por un lado, formarles mejor, pero también evaluarles periódicamente. Además, la profesionalización también debe implicar una reforma de la carrera del profesor, de tal forma que los salarios obedezcan más al rendimiento y haya más margen para la mejora de las retribuciones. Como señala el informe, un primer paso sería atraer hacia la docencia a los mejores expedientes, y para eso hay que hacerla atractiva en todos los sentidos, y quizá reformar el curriculum de las carreras de Magisterio y Pedagogía.

El tercer campo para las mejoras es la autonomía de los centros. El informe considera comprobado que la autonomía es beneficiosa para los centros, aunque no para todos. En concreto, y según sus análisis, la autonomía organizativa y de curriculum sería buena para los centros que demuestren un buen rendimiento, mientras que el control y la supervisión son necesarios para los de bajo rendimiento. Además, esta autonomía debe ser revisable, como ocurre en Canadá, donde cada centro puede perder o ganar autonomía según sus resultados.

La autonomía organizativa y de curriculum sería buena para los centros que demuestren un buen rendimiento.

El informe de McKinsey no se queda en el diagnóstico, sino que propone medidas concretas, muchas veces tomadas de iniciativas puestas en marcha, con éxito, en otros países de la OCDE.

Atraer a buenos expedientes hacia la docencia

En este apartado, el informe de McKinsey distingue varios aspectos o tareas. En primer lugar, cualquier sistema educativo debería procurar atraer a los mejores expedientes, y para eso es necesario hacer atractiva la profesión. Por lo tanto, la primera recomendación es una buena campaña de marketing.

El estudio propone como ejemplo la llevada a cabo por el gobierno británico desde 2002: Get into Teaching. Hoy en día GIT se ha convertido en una agencia dedicada a la promoción del profesorado. En su web se pueden encontrar desde programas de becas para futuros profesores, recursos para la enseñanza de distintas asignaturas, asesoramiento profesional gratuito o información para ex-profesores sobre cómo volver a la docencia. Al comienzo de la campaña se publicaron anuncios en prensa que mostraban de una forma ingeniosa los atractivos, también económicos, de enseñar en Inglaterra. En pocos años, la profesión de profesor pasó del puesto 93 a ser una de las más valoradas por los ingleses.

Otro aspecto de la profesionalización del profesorado es su formación académica. Según los autores del informe, los profesores españoles no reciben menos horas de formación que la media de la OCDE, pero esas horas son menos rentables. Las prácticas más exitosas en Reino Unido, Estados Unidos o China tienen en común que imparten una formación eminentemente práctica, enfocada directamente a las aulas, y basada en los datos de los propios centros.

Una carrera profesional atractiva

El tercer aspecto dentro de la profesionalización de la docencia es diseñar una carrera profesional atractiva, otro ámbito en el que la educación española no sale bien parada. El sistema de promoción español no incentiva el esfuerzo. España cuenta con un porcentaje de evolución de los salarios muy inferior a la media de la OCDE y de la UE: se empieza con un salario medio comparativamente alto, pero no se tiene tanto margen para crecer.

Por eso, el informe de McKinsey propone para España el modelo de Lituania, donde el profesor puede pasar por cuatro tramos, cada uno condicionado a la adquisición de unas competencias –debidamente evaluadas–, pero también asociado a un aumento en las retribuciones y a un mayor nivel de responsabilidad: de hecho, los “expertos nacionales” (el último tramo, formado solo por el 1% de los docentes) tienen incluso la posibilidad de participar en la creación de los curriculum educativos del país. Los “expertos regionales” y los “profesores senior”, los dos tramos anteriores, participan en la formación de otros docentes.

La última recomendación del informe en este campo es que la rigurosa y periódica evaluación a los docentes –más allá de las pruebas filtro antes de empezar a trabajar– se complemente con la implementación de métodos de acompañamiento y apoyo a los profesores noveles. En este aspecto, el informe destaca algunas prácticas en el Reino Unido y Nueva Zelanda, donde cada profesor novel tiene un mentor, también profesor, que le evalúa periódicamente, se reúne con él cada seis semanas y le entrega un informe escrito cada 3 meses. Además, los profesores principiantes imparten un 10% menos de horas de clase, y no se les adjudica al principio ningún grupo especialmente problemático o con necesidades especiales.

La agenda del cambio

El informe de McKinsey incluye un resumen de sus propuestas en diez puntos. De ellos, cuatro se refieren a la profesionalización de la función docente, que consideran el factor clave. Otras tres recomendaciones se refieren a factores institucionales (un acuerdo general y duradero en materia educativa, unificar las iniciativas en un Plan de Excelencia que funcione como hoja de ruta para los próximos seis años, e involucrar al mayor sector posible del ámbito educativo). También hay una recomendación sobre la autonomía y dos más sobre la transparencia de los datos de rendimiento.

El informe recomienda centrarse en estos tres campos. No obstante, la urgencia de las medidas no debe llevar a la precipitación. Ante todo, opinan los autores, es importante que España adopte las medidas de forma realista, y esto pasa por seguir un orden lógico en las reformas: primero transparencia de datos; después asentar los cimientos financieros, organizativos y pedagógicos; más tarde volcarse en la profesionalización de la docencia y en la autonomía de los centros.

 

Fuente: Fernando Rodríguez-Borlado (05/06/2012)