Historia narrada en dos tiempos. Uno nos sitúa en 1905, donde unas cartas y la formación militar de un joven en Estados Unidos sirven de hilo conductor del otro, el predominante. Éste nos traslada a la Rusia de 1885, donde un grupo de cadetes se forma en una academia militar. Andrei Tolstoi, uno de ellos, se enamora de Jane Callahan, una joven norteamericana a la que conoce casualmente en un tren. El motivo de su presencia en Rusia es ayudar a su padre, un excéntrico inventor, a vender al ejército su última creación, a la que ha bautizado con el extravagante nombre de “El barbero de Siberia”.

 

 

 

 

Director: Nikita Mikhalkov

Intérpretes: Julia Ormond, Oleg Menshikov, Richard Harris, Aleksei Petrenko, Marina Neyolova, Anna Mikhalkova, Artyom Mikhalkov, Daniel Olbrychski, Vladimir Ilyin, Nikita Mikhalkov

Guión: Nikita Mikhalkov, Rustam Ibragimbekov, Rospo Pallenberg

Duración: 178 min

Género: Romántico

Estreno: 1998

Público: Jóvenes

Valoración: **

Contenidos (de 0 a 6):

Humor: 2

Acción: 2

Amor: 5

Violencia: 0

Sexo: 0

Crítica:

El espectador asiste a una singular y afortunada mezcolanza de historia romántica –con engaños y equívocos teñidos de fatalismo­–, con elementos cómicos que emparentan el film con la ópera bufa. Este humor tiene el indudable mérito de ser divertido evitando lo grotesco: escenas como la del encerado de un salón de baile, y la del baile posterior, se mueven sin complejos en el filo de la navaja, provocando la risa o la sonrisa.

Nikita Mikhalkov ofrece tres horas de amor, lujo y risas. Los actores protagonistas están impecables. Es obligado destacar a Julia Ormond, una actriz con un algo, que escoge de modo muy selectivo (y arriesgado) los proyectos en que se involucra (ha hecho titulos tan dispares como  El primer caballero Sabrina (y sus amores) Smila, misterio en la nieve); y a Oleg Menshikov, convincente como galán enamorado.

 

Una película más grande que la vida

Esta lujosísima producción del director ruso Nikita Mikhalkov ( Ojos negros Quemado por el sol), que se diría la respuesta rusa a films de la envergadura de un  Doctor Zhivago (David Lean, 1965) o un  Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939). Escenarios como el Kremlin, otros palacios y los bosques de Siberia, un vestuario cuidadísimo, numerosos extras… no desmerecen de la dirección artística de los títulos citados.

 

 


Fuente: www.decine21.com